martes, 3 de julio de 2012

Persona

4.5*

La actriz Elizabet Vogler (Liv Ullman), en plena representación de Electra, se queda muda. Tres meses después, ingresa en un hospital por llevar desde entonces en silencio. A su cuidado está la hermana Alma (Bibi Andersson), que pretende adentrarse en la mente de la actriz para intentar ayudarle. Ingmar Bergman presenta la relación que se entabla entre ambas mujeres (primero en el hospital y luego en una casa de campo), siguiendo la gran influencia de Strindberg y su concepción de la maternidad. Además, Persona es un experimento cinematográfico subyugante, de una modernidad aplastante, y una poderosa influencia, subterránea, para buena parte del cine de autor posterior (desde David Lynch hasta Michael Haneke, desde Woody Allen hasta David Fincher, pasando por John Cassavetes, Robert Altman o Jean Luc Godard). El director sueco vuelve a superarse a sí mismo y, dando un golpe al timón de su nave fílmica, encarrila su arte hacía el análisis visual del alma humana. Sin parangón en el cine de la época (1966), salvo su propia obra (en particular El silencio), Persona convierte la realidad en un acerado y contrastado B&W (por cortesía de Sven Nykvist), mientras se presenta un conjunto de profundas instantáneas sobre mil y un asuntos (el arte, la vida, la muerte, el sexo), acompañado de un agudo análisis psicológico, todo ello realizado mediante una extremada estilización formal, difuminada por un halo fantástico, y con interesantes juegos con el fuera de campo, la iluminación y el montaje. Además, el film cuenta con imágenes documentales y recurrentes técnicas metaficcionales. En último lugar, las interpretaciones son tan sutiles como convincentes.

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