viernes, 31 de julio de 2015

Mis 5 imprescindibles de Sylvester Stallone (actor):


-       Rocky (1976).
-       F.I.S.T. (Símbolo de fuerza) (1978).
-       Acorralado (1982).
-       Máximo riesgo (1993).
-       Copland (1997).

Drive

2.5*

Thriller de neón, a la Beat Takeshi, con una mezcla de poesía urbana, una puesta en escena ralentizada y tronadores fogonazos de violencia, que supone una de las más extrañas tomaduras de pelo del cine reciente. En el fondo, Nicolas Winding Refn hila un thriller Westerniano, con unos personajes banales, contradictorios y, además, ese "samurai" protagonista (que no tiene ni nombre), sin pasado. En la forma, el mismo director compone un auténtico pastiche cinematográfico, un calco de ese cine ochentero rodado por el gran Michael Mann (especialmente su Ladrón, con el que comparte hasta el mismo estilo de score), junto con el espíritu de Miami Vice, Cobra, Vivir y morir en Los Angeles y esa conducta videoclipera de un Tony Scott (esas escenas que se organizan visual y temáticamente en torno a una canción, oportunamente elegida). Aunque, en todo caso, la fuente de inspiración, tanto estética como narrativamente, es el Driver de Walter Hill. Lo mejor del film es, sin duda, la interpretación de Ron Perlman así como ese guiño irónico que supone la presencia de Albert Brooks. Por lo demás, aparte de alguna escena muy bien planificada y rodada, la cinta es como un descapotable al que no le puedes quitar la capota: una idea más que una realidad. Fíjense, por favor, en la persecución pre créditos: hay planos que pretenden producir sensación de velocidad y de adrenalina y consiguen justo lo contrario (el coche que huye va a menor velocidad que el resto de los coches que salen en el plano). [Spoiler: O fíjense en la forma en que el hombre de la chaqueta de escorpión es capaz de dejarse apuñalar. Para, luego, dejar el dinero y desaparecer (sic)].

jueves, 30 de julio de 2015

El puente de Cassandra (Aka The Cassandra Crossing)

3*

En Pánico en las calles, Jack Palance es perseguido porque está infectado por una devastadora enfermedad, la peste negra. Richard Widmark es el encargado de perseguir al sujeto vírico para que no se propague la epidemia por una underground Nueva Orleans, en la que hay que moverse con sumo cuidado para que no estalle el pánico social. 26 años después, el recóndito George Pan Cosmatos  (autor de algún que otro pequeño clásico) dirige esta atractiva mezcla de cine de catástrofes setentero y de suspense viral, mezclado con una estructura narrativa que recuerda a decenas de películas sobre trenes y con una ambientación que, no por extraño que parezca, puede recordar al de Asesinato en el Orient Express. Además de una intriga favorablemente dosificada, hay que mencionar, a su favor, el destacado reparto, repletito de jóvenes y no tan jóvenes estrellas (Richard Harris, Burt Lancaster, Sofía Loren, Ava Gardner, Ingrid Thulin, Martin Sheen, O.J. Simpson, Lee “Hyman Roth” Strasberg, John Phillip Law, etc., y con la presencia pululante de la pareja de Richard Harris de entonces, la hiper escuálida pero muy hermosa full of promise Ann Turkel). Con dos partes claramente diferenciadas y un mensaje anti militar muy curioso de ver, el film deja un notable regusto a Los 7 días del cóndor y, sobre todo, a Acción ejecutiva.


miércoles, 29 de julio de 2015

Vampiros de John Carpenter (Aka John Carpenter's Vampires)

3*

John Carpenter, con el arrojo de sus mejores entregas fantásticas, traslada el mundo de los vampiros al desierto texano: es decir, introduce la idiosincrasia vampírica en los corsés narrativos y estéticos del Western. Evidentemente, no es la primera vez que se mezcla el Western con el cine de terror (vid. Curse of the Undead, Ghost Town, Hex, Inn of the damned, o El grito de la muerte). Y tampoco es la primera vez que se coloca al mundo vampírico en el Far West (Vampiros a la sombra sería un buen ejemplo) o en un árido estado USAmericano (Los viajeros de la noche). Incluso una película como The Devil’s Rain hace aparecer el terror satánico en medio del desierto de México, en Durango. Sin embargo, sí es la primera vez que se hace con esa desolación pesimista característica del mundo de Carpenter. Lo que el espectador contempla es una epopeya sobre la desesperada misión de un grupo de ignotos caza vampiros, capitaneados por James Woods, que se esfuerzan por impedir que un extraño códice caiga en las manos equivocadas y permita a su poseedor hacerse con el mundo. Estéticamente, Carpenter se rinde a las posibilidades cromáticas del experimento y rueda una historia salvaje, con puestas de sol rojas como la sangre y música de slide. Sin embargo, el resultado no convence del todo: ni por el argumento, ni por su desarrollo narrativo, ni por los personajes, ni por la acción, aunque constantes destellos mantienen la atención del espectador, así como esa visión nihilista, anticlerical y hawksiana, que subyace en casi toda la obra del director de Carthage. En alguna breve ocasión, viene a la mente la extraña producción sobre hombres lobo motoristas Werewolves on Wheels, de 1971. Tras esta cinta de Carpenter, se desataría una extraña y secreta oleada de admiradores: The Burrowers es, quizás, una de las más conocidas.

lunes, 27 de julio de 2015

Nunca pasa nada

3.5*

En un pueblo entre Palencia y Burgos, quintaesencia de una buena parte de la España franquista de los años sesenta, mezquina y estrecha de miras, en donde siempre parecen andar atravesando camiones de un lado a otro, una joven francesa de la farándula es abandonada por su compañía de variedades debido a una apendicitis. Este intrascendente hecho moviliza un conjunto de pequeños movimientos en el tablero de juego del pueblo: el médico se enamora de la vedette mientras el profesor de francés del pueblo se enamora de la mujer del médico. Tras la magnífica Muerte de un ciclista, Juan Antonio Bardem vuelve a ese cine social y sociologizante, en la línea de Calle mayor, para describir, mediante su dominio del plano secuencia, un cuarteto de pasiones y pulsiones, con claras referencias a una modernidad bien entendida (el antifascismo francés, Vicente Aleixandre, Lo que el viento se llevó, etc.). Con cierto aire literario (a lo Aldecoa, aunque obra de Alfonso Sastre) y con una partitura excelente, a cargo de Georges Delerue (nada menos), Bardem parece prefigurar ese cine pequeñoburgués del primer Chabrol, donde las personas parecen moverse entre el convencionalismo insípido, las más, y sus deseos frustrados, las menos, en un mundo ya de por sí oprimido y opresor. No se sabe si el audio del film fue deficientemente grabado o que está mal conservado pero, en ocasiones, no se escucha con claridad el diálogo de los personajes. Si te gustaron las dos películas mencionadas en esta pastilla, no evites regalarte el visionado de esta pequeña obra de relojería, llena de imágenes de un simbolismo crítico sin igual aunque oscurecida por la fama de las otras dos así como por el fracaso comercial que sufrío en el momento de su estreno. El médico protagonista, por cierto, parece, por momentos, una versión visual del Andrés Hurtado de El árbol de la ciencia.

martes, 21 de julio de 2015

The Wandering Swordsman (Aka You Xia Er)

3.5*

Entrega de la mítica productora Shaw Brothers, de 1970, y dirigida por el prolífico y admirado director hongkonés Chang Cheh, que tiene en su haber auténticas maravillas de las artes marciales (como El espadachín manco) y del cine de kung fu. Rodada íntegramente en Movietown (los estudios de la productora), la historia gira en torno a un espadachín errante que se topa con la ocasión de enfrentarse a una banda de malhechores mientras intenta encontrar un tesoro con la ayuda de una luchadora. Además de la cuidada fotografía, la cuasi fantástica ambientación y gotas de humor irónico, el film abandona definitivamente el llamado “old-fashioned martial arts style”, caracterizado por un didactismo ramplón (donde los buenos son los mejores y los malos, además de feos, los más peores), unos bajos presupuestos y un vestuario demodé. La acción y las coreografías, por cierto, se sostienen sobre una absorbente concepción del espacio y de la puesta en escena, al margen de grandilocuencias técnicas o frenéticos montajes que engañan la mente del espectador contemporáneo. 

lunes, 20 de julio de 2015

Terror en la Ópera (Aka Opera)

2.5*

Tras el asesinato de la prima donna, su suplente (Cristina Marsillach), se transforma en la primera cantante de una version de Macbeth que un director de cine de terror está llevando a escena (ahí es nada). Sin embargo, un asesino comienza una serie de brutales ataques sádicos que tienen como punto en común el acto voyeurístico de la cantante. Un argumento particularmente estrafalario y rocambolesco que el director lleva a la pantalla con su típico barroquismo visual, y una mezcla de varios ingredientes made in Argento: una puesta en escena antinatural, alto contraste de colores, un montaje que alterna planos generales y primerísimos planos, la inclusion de animales en la trama, etc. Es verdad que todos estos elementos cuadran fantásticamente con el ambiente operístico del film pero, sin embargo, el resultado final, aunque sorprendente para el espectador neófito, puede llegar a aburrir a todos aquellos más habituados al cine del maestro del giallo. El final, entre Phenomena y Heidi, es del todo punto insatisfactorio, máxime con esa música heavy metal, obra de Brian Eno, que también destroza algunas de las mejores escenas de la película.

miércoles, 15 de julio de 2015

Mis 5 imprescindibles de Andrei Konchalovski:


-       El primer maestro (1965).
-       Siberiada (1979).
-       El tren del infierno (1985).
-       Dom durakov (2002).
-       Belye nochi pochtalona Alekseya Tryapitsyna (2014).

A golpes

2.5*

En Vallecas, una comunidad que bordea el extrarradio del gran área metropolitana madrileña, castigada por la pobreza y la cuasi marginalidad, un grupo de jóvenes mujeres lucha por sobrevivir en un mundo violento, machista y explotador. È un mondo difficile, como diría Tonino Carotone. Jun Vicente Córdoba presenta una cartografía del Madrid suburbial de comienzos del siglo XXI que pretende resucitar el cine quinqui de los setenta-ochenta, quintaesenciado por Saura en Deprisa, deprisa y llevado a una de sus máximas expresiones en Perros callejeros (homenajeado en el film, por cierto). Se queda a medio camino entre el cine crítico social y el nuevo cine de barriada español, a lo Yo soy la Juani o Grupo 7, aunque con elementos de superación deportiva y descafeinados tintes trágicos. Cinematográficamente hablando, el trabajo de dirección muestra una sana egolatría, los actores (las actrices) están particularmente creíbles y, en general, la película se sigue con cierto interés, a pesar de sus defectos y limitaciones. Como anécdota, se puede destacar la presencia de la banda La vaca Azul, con Jairo “DePedro” Zavala a la cabeza, un grupo de rock que, como curiosidad, ensayaba en los locales de un taller en el barrio gato de Carabanchel. Nada más apropiado y más sintomático de la clase de cine que encarna esta obra.

martes, 14 de julio de 2015

Brokeback Mountain (Aka En terreno vedado)

3.5*

A finales de la década de los noventa, Wong Kar-Wai dió forma visual a una relación homosexual en la absorbente Happy Together. Por tanto, no es la primera vez que cineastas orientales intentan plasmar en imágenes los vericuetos sociales y las bifurcaciones emocionales del amor con alguien del mismo sexo. Algo recientemente asumido por Occidente (aunque con mil y un problemas) pero que Oriente todavía se resiste a contemplar. Sin embargo, sí es original que un director como Ang Lee (el creador de la muy vintage La tormenta de hielo) decida describir el despertar de una atracción homoerótica en los límites del Western USAmericano, del cine histórico (esos años Sesenta) y del drama de frontera al estilo de Junior Bonner. Lee se apoya en una fotografía paisajística maravillosa, en un drama romántico contado con la parsimonia de la vida en las montañas, en unas interpretaciones sobresalientes y en un desenlace coherente con toda la producción. Y bien magro de concesiones al espectador. Redondea todo el producto una emotiva y minimalista BSO de Gustavo Santaolalla, con su característico arpegio de guitarra. Como es natural, de vez en cuando los premios se alían con la calidad. Como en este caso. Y bien merecido.

Terminator Woman

1.5*

Una de esas bazofias que podrían haber llenado tranquilamente el estante de cintas VHS de un videoclub ochentero pero que, ahora, en la era digital, pasa sin pena ni gloria y, de hecho, se encuentra casi totalmente olvidado. Como miles de películas más que no pueden ser rescatadas del olvido debido a su ínfima calidad. Pero como este blog es plural por naturaleza, he aquí que se completa la paradoja y este film es recuperado para la causa. El pobre y desubicado Gregory Hines, después de participar con éxito en obras tan satisfactorias como Lobos humanos o Cotton Club, se calza el traje de militar (Coronel anti terrorista [sic]) para perseguir a una auténtica Terminator Woman (que parece una profesora interina a la que hace años que no la llaman para trabajar), obra de una tal Doctora Simmons que, por supuesto, lleva su mismo rostro (sic). Un film con efectos descacharrantes (fíjense en la visión robótica de Eve VIII), un guión que huele a queso de cabra de hace un lustro, unos movimientos de cámara y unos zooms torpes como los de un estudiante de cine y unas interpretaciones realmente desopilantes (recreénse en la escena en el bar, a lo Thelma & Louise, con Janis Joplin mediante). Ahh, y esos diálogos, una obra maestra que parecen escritos por un becario de Los Morancos (fíjense, por ejemplo, en la conversación con el hijo, mientras éste hace los deberes). En definitiva, “algo” que pretendió aprovecharse del éxito de Terminator (y similiares) pero que solo está un poquito por encima de ese gran clásico del cine psicotrónico que fue R.O.T.O.R.

lunes, 13 de julio de 2015

Hiroshima, mon amour

3.5*

Lindsay Anderson nos recordó, en el manifiesto de los angry young men, allá por los años cincuenta del “siglo corto”, que el cine es una industria. Pero también un arte. Y un medio de comunicación. Y algunas cosas más. Y que algunos directores son conscientes de estas tres circunstancias para intentar exprimirlas en una obra compacta y sin fisuras. Alain Resnais, casi el padre de la nouvella vague, comenzó su andadura cinematográfica con varios cortometrajes y un par de documentales, devenidos en clásicos, en particular Noche y niebla. Sin embargo, su salto al largometraje (digamos, de ficción) fue con esta adaptación de un guión de la gran Marguerite Duras. El contenido gira en torno a las 24 horas que pasan dos amantes, una actriz francesa y un arquitecto japonés, en el Japón de postguerra, ocupado por los EE.UU. La forma intenta vertebrar un grupo de imágenes alrededor de varios diálogos y escenas en torno al presente de los amantes pero también a su pasado, disparado por algunos recuerdos y el trauma asociado a los mismos. Pero contenido y forma se funden en una reflexión experimental sobre la memoria y el olvido, sobre el amor y el dolor, sobre el presente y el futuro, disparado por un acontecimiento histórico modernista, como diría Hayden White: el bombardeo de Hiroshima, magistralmente representado por el Masuji Ibuse de Kurio Ame. Y que Resnais podía haber conocido si, como quiere Borges, la cronología hubiera podido invertirse. Una película hermosa y dolorosa, moderna y atemporal a la vez. Un film que te exije atención y esfuerzo pero que te hace un regalo, pese al abrupto final. Una experiencia reflexiva, en definitiva, no apta para públicos remolones y pasivos, esos que medio llenan algunas salas de los kindergarten fílmicos de los centros comerciales.