lunes, 13 de julio de 2015

Hiroshima, mon amour

3.5*

Lindsay Anderson nos recordó, en el manifiesto de los angry young men, allá por los años cincuenta del “siglo corto”, que el cine es una industria. Pero también un arte. Y un medio de comunicación. Y algunas cosas más. Y que algunos directores son conscientes de estas tres circunstancias para intentar exprimirlas en una obra compacta y sin fisuras. Alain Resnais, casi el padre de la nouvella vague, comenzó su andadura cinematográfica con varios cortometrajes y un par de documentales, devenidos en clásicos, en particular Noche y niebla. Sin embargo, su salto al largometraje (digamos, de ficción) fue con esta adaptación de un guión de la gran Marguerite Duras. El contenido gira en torno a las 24 horas que pasan dos amantes, una actriz francesa y un arquitecto japonés, en el Japón de postguerra, ocupado por los EE.UU. La forma intenta vertebrar un grupo de imágenes alrededor de varios diálogos y escenas en torno al presente de los amantes pero también a su pasado, disparado por algunos recuerdos y el trauma asociado a los mismos. Pero contenido y forma se funden en una reflexión experimental sobre la memoria y el olvido, sobre el amor y el dolor, sobre el presente y el futuro, disparado por un acontecimiento histórico modernista, como diría Hayden White: el bombardeo de Hiroshima, magistralmente representado por el Masuji Ibuse de Kurio Ame. Y que Resnais podía haber conocido si, como quiere Borges, la cronología hubiera podido invertirse. Una película hermosa y dolorosa, moderna y atemporal a la vez. Un film que te exije atención y esfuerzo pero que te hace un regalo, pese al abrupto final. Una experiencia reflexiva, en definitiva, no apta para públicos remolones y pasivos, esos que medio llenan algunas salas de los kindergarten fílmicos de los centros comerciales.

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