sábado, 31 de mayo de 2014

Mis 5 imprescindibles de Grace Kelly:

-       Solo ante el peligro (1952).
-       Mogambo (1953).
-       La ventana indiscreta (1954).
-       Los puentes de Toko-Ri (1954).
-       Alta sociedad (1956).


Posesión

3.5*

Cuando Mark (Sam Neill) llega a su casa de Berlín, su mujer Anna (Isabelle Adjani) le confiesa que quiere dejarle porque tiene un amante. El marido comienza a sentir el martirio de los celos y el infierno del orgullo masculino pisoteado pero, poco a poco, comienza a sobreponerse. Por su parte, su mujer muestra síntomas de estar perdiendo la razón por lo que el marido contrata a un detective. Lo que Andrezej Zulawski plasma en la pantalla con este argumento, no es plato para todos los gustos ni para todos los nervios. De hecho, La posesión, además de ser una de esas cult movies de terror sepultadas en su propia paranoia, es una muestra de ese cine acrobático y excéntrico de Andrzej Zulawski, que desde Diabel hasta On the Silver Globe ha sabido dar forma a la poesía de lo extraño, la violencia y la perdida de identidad. Algo así como el Polanski polaco (aunque con una concepción de la geografía urbana que recuerda a Dario Argento, en un Berlín frío y, por tanto, grisazulado). El rasgo más característico de la dirección es el cámara en mano, que abraza a los personajes en el encuadre de interiores para unirlos enfermizamente en la mente del espectador pero que, también, los asocia en el plano en exteriores, con travellings precipitados (como escribe Kim Newman), para producir un efecto de inquietud y zozobra. Por cierto, los dos actores protagonistas muestran una entrega y un vigor interpretativo dignos del mayor de los elogios, lo que imprime el sello de desasosiego y extrañeza que es el 50% del valor del film. El otro 50% lo descubrirá el espectador por sí solo, especialmente en 3-4 escenas (obra de Carlo Rambaldi) realmente impactantes, que no se olvidan. En todo caso, al final, la película acaba siendo una depurada pero intrincada representación de la femme fatale. Como curiosidad, en el score hay un tema que tiene la mitad de un leitmotiv de la BSO de El padrino.


viernes, 30 de mayo de 2014

El tigre de Esnapur

3.5*

Primera parte del díptico de aventuras que Fritz Lang rodó tras su regreso a Berlín después de su exitoso paso por Hollywood. Constituye una acertada simbiosis de aventuras, exotismo, un ligero pero contundente erotismo y ciertas dosis de misterio. La historia gira en torno al maharajá Chandra, que contrata a un arquitecto alemán para que construya en su país escuelas y hospitales. El maharajá está enamorado de una bailarina del templo (Debra Paget), que es salvada por el propio arquitecto antes de llegar a Esnapur, con lo que se gana su corazón. Por su parte, Chandra debe sufrir el rechazo de la bailarina y, además, un complot que se está organizando en contra suya en su mismo palacio. La historia es continuada cronológicamente en La tumba India, mucho más famosa que este film pero ligeramente inferior, tanto en concepción (con varios fallos de guión) como en ejecución (un poco más plomiza y contradictoria). Por cierto, el argumento original proviene de una versión anterior, de 1938, con un guión escrito, entre otros, por la mujer de Lang, Thea von Harbou. Además de crear una paraíso para el desarrollo de la aventura (Esnapur) y gracias a una dirección artística prodigiosa, Lang consiguió insuflar a la historia un apropiado tono clásico, incluso épico. Asimismo, logró esbozar una escena que roza el auténtico terror (hasta que se descubre el misterio, eso es verdad). En definitiva, una auténtica maravilla para los sentidos y el intelecto, a años luz de algunos pastiches actuales que se autodenominan de aventuras y, más bien, son versiones arqueológicas de historias de superhéroes.

 

jueves, 29 de mayo de 2014

Incendies

3*

Quinta película del director canadiense Denis Villeneuve, que cuenta una historia implacable y muy intrincada pero que, finalmente, no termina de convencer. ¿Por qué? Primero, por la forma de ser contada. Si la madre conoce toda la historia, ¿qué sentido tiene el puzzle que les pone delante a los hijos? Segundo, porque no ofrece un retrato complejo ni convincente de los problemas que padece lo que el Foreign Office llama el Oriente Medio. Y, tercero, porque tampoco convence en el nivel del drama personal, por su naturaleza rocambolesca, más propia de un culebrón que de la lectura de un testamento. Pero en abstracto sí funciona. Por una triple apuesta. Como una apuesta contra la ira y el odio. Como una apuesta por la identidad rota por la guerra. Y como una apuesta en favor de la libertad para reconstruirnos pero también para mantener determinadas tradiciones. La puesta en escena, eso sí, es de una sutileza, de una elegancia y de una riqueza visual dignas de elogio. No por casualidad, el mismo director es el autor de las interesantes Enemigo y Prisioneros. La música, por cierto, es de una de las bandas más creativas de las últimas décadas, Radiohead. Otra cosa es qué pinta en este film. Ahh, sí, la multiculturalidad. Las interpretaciones tampoco son especialmente reseñables, aunque sí la ambientación. En definitiva, una forma muy enrevesada de contar una historia que se podría haber contado con muchos menos retruécanos narrativos, con muchas menos casualidades y con un buen puñado de asesores históricos. Nada que ver con ese espléndido ejercicio de narración histórico-documental que es Vals con Bashir, por ejemplo.

 

Los pasajeros del tiempo

3*

Fantasía inocente pero, a la vez, descarnada que se atreve, nada menos, que a mezclar la vida y la obra de H.G. Wells con el imaginarío mítico alrededor de la figura de Jack el destripador. Y con unas gotas de Sherlock Holmes. Para ello, Nicholas Meyer propone un viaje en el tiempo, hacía un San Francisco del futuro (el presente del espectador), que es, a la vez, una huida y una persecución. Tamaño ardid argumental sería de nuevo utilizado por el director en su estupenda cuarta entrega de la saga Star Trek, Misión: salvar la tierra. La película tiene encanto y se ve con agrado pero hay varias cuestiones técnicoartísticas que podrían haber redondeado más el producto. El fallo principal es, quizás, el guion, que en muchas ocasiones no está a la altura de la propuesta, aunque John Kenneth Muir afirme que se trata de una mezcla casi perfecta de ciencia ficción, romance, humor y horror. Por otro lado, el film tiene graves fallos de montaje. Y, para terminar, aunque el casting sea agradable y los actores sean magníficos, uno no deja de pensar contínuamente cómo hubiera quedado la producción con otras caras. Por cierto, como curiosidad, la película lanza varios guiños muy agradables a la historia del cine, especialmente a Regreso al futuro, que se estrenaría casi seis años después y de ahí la paradoja, pero también a Vértigo, a ¿Qué me pasa, doctor? o a Las zapatillas rojas, por ejemplo.

sábado, 24 de mayo de 2014

La década prodigiosa

3*

Si una maravilla puede ser medida, ésta tuvo lugar en 9 días. Así comienza La década prodigiosa, enesimo jeroglífico de suspense del director francés Claude Chabrol, que comienza la década de los setenta en plena efervescencia profesional con un film sobre la obsesión y el tiempo. Hans Ulrich Gumbrecht ha publicado su personal intento de capturar a través del lenguaje un año, 1926. El resultado es un caleidoscopio de escenas, informaciones y sensaciones la mar de estimulante. Theo van Horn (Orson Welles) es un empresario millonario que vive en una mansión en Alsacia simulando vivir en 1925, para lo cual tiene sometido a su capricho a todas las personas que le rodean. Está casado con Helena (Marlen Jobert), la hija de uno de sus empleados, y tiene por hijo a un enfermo mental (Anthony Perkins), cuyo profesor pasa unos días con toda la familia (Michel Piccoli). Pronton comenzarán a sucederse los hechos misteriosos que irán encadenando un imprevisible plan diabólico. El argumento, basado en una novela de Ellery Queen, es presentado por Chabrol como una reflexión sobre la moral y la religión, con ese cariño suyo por el thriller USAmericano aunque con las formas, algunas veces grandilocuentes, del exploitation europeo. En todo caso, cualquier espectador ligeramente avezado descubrirá que la trama está en la base de decenas de policiacos contemporáneos. Por otro lado, según avanzan los 9 días, uno comienza a pensar en Malpertuis (una mansión, un misterio, unos dioses y Orson Welles). Sin llegar a la altura de El carnicero, Les bonnes fennes o Al anochecer, estamos, por tanto, ante un film fallido que, sin embargo, se sigue con cierto interés a pesar de que la pericia del director no consige ahuyentar, en ningún momento, la mosca detrás de la oreja del público. Por cierto, atención a alguno de los modelitos del señor Perkins.

viernes, 23 de mayo de 2014

El vampiro de la noche (Aka The Night Stalker Aka Una historia alucinante)

3*

Carl Kolchak (Darren McGavin), un periodista inconformista, se encuentra en Las Vegas cuando unas extrañas muertes están teniendo lugar. El principal sospechoso es un búlgaro llamado Janos Skorzeny (Barry Artwater). Poco a poco, las pistas dirigen el caso hacia la existencia de un vampiro, aunque las autoridades locales niegan su posible existencia. Con una estructura similar a The Norliss Tapes (dirigida por el productor de este film, Dan Curtis), Richard Matheson escribe un sólido guión con varios de los principales elementos del mito vampírico pero situándolo en el momento actual. Además, se cuida de transformar al vampiro en un ser romántico y, en su lugar, destaca poderosamente su naturaleza monstruosa, sobrenatural, así como sus crueles costumbres y necesidades. A la dirección, John Llewellyn Moxey, que rodaría una segunda parte al año siguiente. El telefilm fue estrenado en la ABC, en 1972, es decir, 3 años antes que El misterio de Salem’s Lot, una de las obras maestras de Stephen King, que fue adaptada a la pantalla, a su vez, en una miniserie televisiva de 1975 por un Tobe Hopper post La matanza de Texas. Dos años después de su estreno, en 1974, Dan Curtis en la dirección y Richard Matheson al guión, vovieron a tocar el tema en la curiosa El vampiro, con Jack Palance en el rol principal. Por cierto, el personaje de Kolchak, una especie de detective de lo oculto (como Martin Hesselius, Thomas Carnacky o John Silence, por ejemplo), disfrutó de un pequeño momento de gloria en un par de temporadas televisivas.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Odio en las entrañas (Aka The Molly Maguires)

3.5*

El desclasado detective James McParlan (Richard Harris) se infiltra en un pueblo minero de Pennsylvania para descabezar una organización que boicotea la cadena de produción de una empresa de la zona. Harto de ir por el país sin dinero en el bolsillo y con el orgullo de un lumpenproletariat, decide ponerse del lado de los aparatos represivos del estado, como los llamaba Althusser, para ganarse la confianza de los cabecillas de la organización y entregarlos a la policía. Martin Ritt, que tuvo que sufrir las consecuencias profesionales de la caza de brujas (como el guionista), pergeña una metáfora sobre el MacCarthysmo que es, en general, una metáfora sobre una concepción de la sociedad que contrasta lo que dice (la moral cristiana) y lo que hace (las necesidades del capitalismo), es decir, entre lo que está bien para muchos y lo que está bien solo para unos pocos. Ritt retrata con elegancia las condiciones de vida y las actividades clandestinas de los Inverness y, subsidiariamente, de los Molly Maguires, una organización secreta de irlandeses que lucharon por lo que Kevin Kenney ha llamado una “rough justice”. Para ello, se enfrentaron a las miserables y explotadoras condiciones laborales de finales del siglo XIX, en una USAmérica en plena expansión industrial, mediante luchas y boicots. No hay heroismo ni romanticismo alguno, solamente descripción, especialmente de todas las formas de violencia que arrinconan las vidas de los personajes. En este sentido, es una gozada la miriada de pequeños detalles que salpican la película, contrastando la humildad en la que viven la inmensa mayoría de los protagonistas del film con la riqueza y opulencia de los poderes fácticos. Y lo hace sin ningún subrayado, solamente con una inteligente puesta en escena, a base de una serie de encuadres y de movimientos de cámara que retratan con sutileza las vidas y las ideas. Es, en definitiva, un magnífico retrato de la dura vida de los mineros, tanto dentro como fuera de la mina, y, también una alegato por la justicia social, como hizo la expléndida Matewan o la seminal Qué verde era mi valle. A destacar el magnífico trabajo tras la cámara del veterano James Wong Howe, así como del resto del reparto (un casi principiante Sean Connery, Samantha Eggar, Anthony Zerbe y Frank Finlay). 

jueves, 15 de mayo de 2014

Mis 5 imprescindibles de Eric Roberts:


-       Estirpe indomable (1978).
-       El tren del infierno (1985).
-       Campeón de campeones (1989).
-       It’s My Party (1996).
-       Silver Case (2011).

Juan de los muertos

2.5*
Dos amigos sobreviven en Cuba trapicheando como pueden. Pero, un buen día, un virus se propaga por La Habana y los cubanos comienzan a transformarse en zombies. Al comienzo, se acusa a la disidencia insular en connivencia con el gusano USAmericano pero pronto se comprende que el asunto es más grave de lo que parece. Coproducción cubano-española, a iniciativa del propio director, y rodada en la propia isla. Alejandro Brugués propone una relectura de género a la vez que plantea una más que evidente crítica al anquilosamiento en que vive la revolución, la revolución de los zombies. De todas formas, la relación entre el cine de zombies y la alegoría política tampoco es novedosa: toda la obra de Romero rezuma de esta contundente mezcla. El acabado se queda en el pasillo que une el amateurismo y lo profesional: la fotografía es plana (digital, monocromática), los efectos digitales no son del todo convincentes, el maquillaje es mediocre y se abusa de la sangre pixelada. Por último, el control del ritmo no está suficientemente sopesado y las situaciones supuestamente dramáticas hacen agua (igual por la música). Aunque, por otro lado, hay suficientes guiños y homenajes para hacer el visionado un tanto entretenido, por lo menos desde el punto de vista cinéfilo. Además, el espectador recuerda ¡Vampiros en La Habana! y se sonríe del tiempo que ha pasado. Por otro lado, entre el mosaico de interpretaciones, se pueden destacar un par de ellas pero, en general, hay una limitación clara en este sentido. En definitiva, el argumento no sorprende, el desarrollo no asusta, los gags no hacen mucha gracia y la acción no entretiene. Lo más destacable, además de la curiosa premisa de base (una empresa que se deshace de los muertos vivientes), es el hecho de que se haya materializado en pleno régimen castrista. Por cierto, en toda la película no se pronuncia ni una sola vez la palabra zombie, por lo menos en castellano.


martes, 13 de mayo de 2014

The Langoliers

2.5*

En un vuelo desde L.A. a Boston, 10 pasajeros se han quedado dormidos y, cuando se despiertan, comprueban que no hay nadie más a bordo. Preocupados por la extraña situación, se hacen con el control del avión y aterrizan en un aeropuerto. Lo que descubren allí no hace sino intranquizarles más, con lo cual tendrán que pensar cómo salir de esta tesitura bastante intrigante. Adaptación de uno de los mejores relatos de Stephen “Sutter Kane” King para la pequeña pantalla pixelada que, con el mismo título, aparece recogido en Las cuatro después de la medianoche. Conserva el aire misterioso y de ciencia ficción del texto original pero también contiene todos esos tics característicos de las miniseries televisivas sobre la obra del escritor de Maine, además de algunos guiños típicos del propio King: la niebla, la supervivencia de un grupo de personajes, el niño con poderes extrasensoriales, el pasado como clave para interpretar el presente, un suspense muy dosificado, un montaje moroso pero que no llega a aburrir, escenas artificialmente alargadas, un plantel de des/ o semi/ conocidos actores, análisis sociológico y traumas infantiles, etc. Tom Holland escribe y dirige esta simpática y respetable producción, de dos episodios de 90’ cada uno, y consigue altas dosis de desasosiego e intriga, especialmente con ese ruido horrible que parece estar acercándose continuamente. Además, el telefilm cuenta con la presencia siempre estimulante de Dean Stockwell, David Morse y Bronson Pinchot, aunque el argumento descansa en esa premisa tan querida para Howard Hawks: un grupo que ha de enfrentarse unido al peligro. Sin embargo, todo hay que decirlo, la música, algunas escenas chirriantes, los efectos especiales y el diseño de vestuario son de una calidad francamente cochambrosa.

 

 

domingo, 11 de mayo de 2014

Snowpiercer

3.5*

En un futuro cercano, la tierra ha quedado totalmente congelada, con temperaturas que hacen casi imposible la vida en superficie. Sin embargo, un reducido número de seres humanos viven en un tren que no deja de surcar las líneas férreas del planeta debido a un ingenioso dispositivo de movimiento perpétuo. La historia comienza cuando los pobres habitantes de la parte trasera del tren se rebelan contra sus superiores y deciden acceder, vagón tras vagón, a la parte delantera para hacerse con el poder. Lo que irán descubriendo les terminará de helar la sangre, igual que al espectador. Bong Joon-ho dirige una película de ciencia ficción, con un aliento mesiánico similar al de Matrix, pero con cero realidad virtual de por medio. En su lugar, un tren autosuficiente, que funciona como métafora de una especie de capitalismo sostenible pero, a la vez, lleno de trampas y puzzles. Estéticamente, el film es un miasma, bastante aceptable, de retrofuturismo made in Julio Verne, multiculturalismo, The Collector y steampunk (que es lo que ahora se lleva), todo ello sobre la base del cómic original, de Jacques Lob y Jean-Marc Rochette (aunque, como adaptación, la película se queda muy corta). Todos los efluvios se condensan en un tenso thriller de acción y suspense, donde los personajes, un grupo de lumpenproletariat hartos de ser ninguneados, van poco a poco iluminando el orden social sobre el que se ha establecido el nuevo mundo sobre railes, 17-8 años después de su congelación: es decir, la clase baja se revela a sí misma (y revela al expectador) la superestructura material, técnica e ideológica sobre la que se levanta todo el mundo de Wilford (Ed Harris) y sus acólitos, un mundo que predetermina el lugar de las personas, que puede atraer a las mentes más débiles pero que, a la postre, se levanta sobre una gran injusticia. Por eso, el resultado final es un canto a la indocilidad. Como The Machine y como el High-Rise de Ballard, ciencia ficción actual, bien planteada y muy bien ejecutada. Aunque, sin duda, este trabajo de Bong Joon-ho es bastante más atractivo que el de Caradog James, por cierto.