Robert Wise es un director USAmericano
absolutamente todoterreno. Lo mismo rueda un clásico de la Sci-Fi (Ultimatun a
la tierra) que un puntal del terror (The Haunting), un musical como Sonrisas y lágrimas que un Western como La ley de la horca. En este caso, lleva a la pantalla una vieja
historia: la de un amor que se encuentra cercado tanto por oposiciones sociales
como por la tragedia. Sí, la vieja historia de Romeo y Julieta, aunque con
toques de Una tragedia americana.
Pero lo maravilloso del caso es que la historia se localiza en un barrio de
Nueva York, a finales de los años cincuenta, y los Capuletos y los Montescos se
han transformado en los Jets y los Sharks, dos bandas callejeras al estilo
de las que, con crudeza, retrató Susan E. Hinton o Richard Price (adaptadas
también a la gran pantalla, Rebeldes
o The Wanderers). Con la ayuda de
Jerome Robbins, Wise rueda un film
excepcional, un musical moderno que rezuma elegancia y buen gusto en cada uno
de sus planos, tanto en los bailes como en las canciones, tanto en la
escenografía como en las coreografías narrativas, tanto en el uso del
Technicolor como en las interpretaciones (esos míticos Russ Tamblyn, Rita
Moreno, George Chakiris, Richard Beymer o Natalie Wood). Además, Wise incorpora
varios aciertos experimentales en la puesta en escena, como las transiciones
entre escenas o el momento en el que Tony y María se conocen en el baile. La
obra comienza con unos primeros minutos en los que se muestra la Gran Manzana
desde el aire (como en Crimen en las calles o en La calle) y, poco a poco, la cámara desciende hasta adentrarse en los
campos de juego de un barrio que podría ser de cualquier ciudad, puesto que los
prejuicios raciales y de clase existen en todos los lugares del mundo. La
partitura de Leonard Bernstein, por cierto, es una de las obras cumbre de la
música contemporánea, un score de una
gran complejidad instrumental y tímbrica pero que tiene esa extraña sabiduría
de la música yanqui: la melodía. Así, varios cortes de la BSO han pasado a
engrosar la memoria colectiva, como la de María,
la de América o la de Tonight, como las canciones de Grease. La escena de la pelea callejera
fue homenajeada por Coppola en Rumble
Fish, otra obra maestra ambientada en el mundo de las pandillas. Y los
títulos de crédito del final son obra de un inspiradísimo Saul Bass.
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