jueves, 30 de junio de 2016

Mis 5 imprescindibles de Roger Corman:


-       Emisario de otro mundo (1957).
-       The Intruder (1962).
-       La máscara de la muerte roja (1964).
-       La matanza del día de San Valentín (1967).
-       El barón rojo (1971).

Cube Zero

2*

En 1997, Vincenzo Natali sorprendió a propios e impropios con una claustrofóbica obra maestra que sacudió y asustó, mediante el boca/oreja, a miles de espectadores en todo el mundo. El film se llamaba Cube y proponía una extraña historia sobre un pequeño grupo de seres humanos que tienen que sobrevivir dentro de lo que parece un mundo formado por cajas interconectadas entre sí que, además, esconden algunas de las más refinadas trampas mortales. Pues bien, este Cube Zero supone el capítulo uno de esta historia: como el día de antes, como la semana de antes. A una realización televisiva, le acompaña una historia que sorprende en algunos puntos pero que desbarra en varios giros de guión, tramposos, inexplicables y absurdos. Algo así como una versión barata del Cabin in the Woods. Además del juego intelectual que proponía la cinta original, la tensión y el suspense de la trama, así como el sorprendente y cruel diseño de las trampas de las cajas, el principal acierto del film de Natali consistía en abrir el final a las variadas reflexiones de cada espectador. En este caso, sin embargo, el desenlace encaja a la perfección con la película de 1999 aunque se pierde todo el encanto, todo el misterio, toda la incertidumbre primigenia. 

Amor a la inglesa (Aka Hoffman)

3.5*

La joven señorita Smith se despide de su prometido, Tom, en Victoria Station, y se encamina a la casa de Benjamin Hoffman (Peter Sellers), un compañero de oficina, entre preocupada y taciturna. Una vez allí, el espectador irá conociendo los motivos de tal visita y, sobre todo, las razones por las que Sellers hará pasar a la joven por una “singular experiencia erótica” durante una semana. Ahora que tan de moda están los singles, conviene recordar la razón de su enorme proliferación: una vez licuadas las convenciones y obligaciones de la institución matrimonial tradicional, el ser humano ha demostrado su incapacidad para mantener relaciones de pareja duraderas. Mientras no se le mantenga a raya, el ser humano ha demostrado ser un egoísta y un inmaduro. Le gusta darse baños, constantemente, en ese “amor líquido” del que habla Zygmunt Bauman. Pues bien, Alvin Rakoff agarra la premisa de El coleccionista, la magnífica novela del gran John Fowles, y la transforma en una comedia dramática anticonvencional y convencional a la vez. La verdad es que el argumento es un retruécano difícil de creer aunque está repleto de encanto. Además, Peter Sellers demuestra su enorme talento como actor, pasando de un registro a otro con la naturalidad de quien vive y no interpreta, de quien se mira en el espejo del cine y contempla una vida. La elegancia y humildad de la realización terminan de sacar brillo a una película sobre el lado bueno, adulto, maduro, de la moral burguesa. Una joya semi desconocida que hará las delicias tanto de ellos como de ellas. Un film que puede funcionar mucho mejor que esas empresas de Internet para buscar pareja.

miércoles, 29 de junio de 2016

Silverado

2.5*

El Western USAmericano ha enseñado a millones de espectadores de todo el mundo que el mal solo puede combatirse con el revólver. Que la injusticia solo puede erradicarse a golpe de pistola. Es una gran enseñanza, sobre todo para un país que tiene una Segunda Enmienda y un inalienable derecho a portar y usar armas. Sin embargo, en buena parte del resto del mundo, las armas no sirven de mucho. Y las películas que nos cuentan los enfrentamientos de un país mediante duelos, tiroteos y refriegas subsisten en el lado mítico de la vida. Debido a ello, esta historia sobre un grupo heterodoxo de luchadores individualistas, que se unen para luchar contra una banda de corrompidos matones de tres al cuarto y salir todos ilesos y con sus respectivas mujeres (el germen de la familia yankee), ya no nos la creemos. Sobre todo cuando los personajes sonríen al espectador y se mueven por la trama con claros efectos, movimientos y gestos teatrales. Lawrence Kasdan intenta remitificar el género, removiendo un poco las ascuas donde siempre se mantiene calentito, con un film para toda la familia, con un humor ramplón y socarrón y con una estrategia de marketing tan avispada como tramposa: llenar el reparto de caras más o menos conocidas pero completamente ajenas al mundo épico de los centauros del desierto (Kevin Kline, Kevin Costner, Scott Glenn, Danny Glover, Brian Dennehy, Rosanna Arquette, Brion James, John Cleese, Linda Hunt, Jeff Goldblum, Lynn Whitfield, etc.). Como diría Joseph McBride, “the myth of the frontier would not die”, pero, para ello, tiene que disneylarizarse. El resto de elementos técnico-artísticos parecen calcados de un anuncio de Marlboro. Lo cual no es malo pero, evidentemente, tampoco es un piropo.

martes, 28 de junio de 2016

El asesino anda suelto (Aka The Killer is Loose)

3*

En una famosa portada de un comic de Mauro Entrialgo, un asesino encapuchado se encuentra sentado en el water haciendo sus necesidades mayores. La onomatopeya que se puede leer es “prefabsprout”. Así, como si fuera uno de esos soniquetes escatológicos tan queridos por Quevedo o por Mozart. Y la leyenda de la viñeta reza: “el asesino anda suelto”. Bromas y juegos de palabra aparte, Budd Boetticher le puso el mismo nombre a este thriller serie B sobre un asesino que se escapa de la cárcel para matar a la esposa del policía que le recluyó. El asesino es Wendell Corey, el policía Joseph Cotten y su esposa Rhonda Fleming. La narración es concisa como un relato de Hemingway, los diálogos secos como los de John Fante y la fotografía, de un noir como solo el cine de Hollywood podía plasmar (por obra y gracia del luego admirado Lucien Ballard). Un film estimable, muy bien narrado y robusto en todos sus aspectos técnico-artísticos y que fue estrenado antes de la serie Ranown Cycle, esos 7 Westerns que el director rodaría con Randolph Scott, amante secreto de Rock Hudson y un actor al que Boetticher lanzó al estrellato a finales de la década de los cincuenta.

jueves, 23 de junio de 2016

Hombres de infantería (Aka Take the High Ground!)

2.5*

Un puñado de ciudadanos USAmericanos, un poco destartalados ellos, llegan a un fuerte de entrenamiento del ejército de tierra de los EE.UU., en la árida Texas, para prepararse e ir a la Guerra de Corea. Allí, el sargento Ryan y el sargento Holt (el bueno y el malo, respectivamente), les intentarán transformarán en máquinas de sobrevivir y de matar, llevándoles al extremo de su aguante físico y psicológico. Y es que no hay nada peor que la guerra, ni siquiera 16 semanas de cruel y dura instrucción. Entre medias, una historia de amor con la “alcohólica” de la zona, la guapísima Elaine Stewart. Estamos ante el molde del que ha salido buena parte del cine bélico contemporáneo (desde Oficial y caballero y La chaqueta metálica hasta El sargento de hierro, por poner solo tres ejemplos), rodado con “pericia televisiva” por un principiante Richard Brooks y con la típica visión moral de la época: por un lado, la inocencia típica de un país crédulo y de una población ingenua; y, por el otro, la crueldad real de su política exterior durante la Guerra Fría, que asoma en escenas como la de la “carne de cañón” o la de los gases bélicos. En todo caso, un film belicista y convencional, que exhibe los más conservadores valores sociales, aunque con ciertos chispazos propios del progresista Brooks y del insurgente guionista, Millard Kaufman. La podrían poner de hilo de fondo en los restaurantes de comida rápida tipo Foster’s Hollywood o así.

martes, 21 de junio de 2016

Fundido a negro (Aka Fade to Black)

3*

Cuando tu vida es como una película tienes un problema. Es verdad que en multitud de ocasiones, muchos espectadores normales se comportan o hablan como siguiendo un guión, como reproduciendo una telenovela. Puedes vampirizar la vida real, como el protagonista de Arrebato. Puedes vampirizar tu propia existencia, como el Martin de Romero. Pero si cada escena de tu vida tiene su plano y su contraplano en un film de Hollywood, si el cine te ha fagocitado, si todo te recuerda a alguna imagen cinematográfica (como el protagonista de Dream On), entonces, no tienes ninguna posibilidad. Tendrás que ascender y tendrás que caer, como ha hecho mil y una vez la fábrica de sueños californiana. Con esta premisa, el joven director Vernon Zimmerman rindió pleitesía a la industria del celuloide, con una obra personalísima en la que desfilan decenas, cientos de homenajes, guiños, movie clips y múltiples referencias a la historia del cine. Y es una delicia encontrar dichas referencias, descubrirlas y saborearlas tras cada plano, tras cada línea de diálogo, tras cada nombre, tras cada escena. Y también es una delicia ir siguiendo esta extraña producción, mitad comedia juvenil de los ochenta, mitad cine de terror, mitad policíaco con psicópata, mitad drama social, mitad cinefilia decadente. Una sorprendente mixtura de cine de géneros (en el sentido literal de la palabra), rodada y montada con admirable pericia y con una interpretación widmarkiana de su joven protagonista, Dennis Christopher (aunque con un punto de Roddy McDowall). Por cierto, como curiosidad, aparece un jovencísimo Mickey Rourke.

Los chicos

3*

Marco Ferrari, escarmentado por el poco éxito y la mayor polémica de El pisito, cambia de guionista para rodar esta amable elegía a la juventud madrileña de finales de la década autárquica, los cincuenta, ese Madrid “de chantillí y nata” que pretende esconder su espina dorsal tremendista. En justicia, no abandona el interés por las clases trabajadoras, su cotidianeidad y sus miserias, unas clases proletarias que terminarían por nutrir el ascenso de las clases medias consumistas de los sesenta, por lo que la película acaba siendo un pequeño retrato coral de la vida juvenil en la capital, con cierta gracia, mucho olor a tabaco y a callos y con no poca ironía. Sin embargo, la cuidada planificación, el aire melodramático, un montaje narrativo en el que se van solapando diversas historias, el estandarizado doblaje (recordemos que los principales protagonistas son actores amateurs), todo ello transforma el producto en una versión desnatada de ese neorrealismo italiano, mucho más comprometido y crudo que el español, que fue importado por los Nieves Conde, los Juan Antonio Bardem y los Luis García Berlanga de la época, al calor de las Conversaciones de Salamanca. Como metáfora del film, ese grajo encerrado en una minúscula jaula, imagen y símbolo de una sociedad enclaustrada en su mediocridad e insensible ante las conquistas de la modernidad. Como decía Rafael Azcona, en la España de la época, cuando un bebé berreaba en una plaza de toros, y no dejaba de molestar, la madre le miraba con ternura y le decía: “calla, rey de España, y mira como el toro le saca las tripas al caballito”. ¡Así es la piel de toro!

miércoles, 15 de junio de 2016

Mis 5 libros imprescindibles sobre el cine:


-       El cine según Alfred Hitchcock (François Truffaut).
-      ¿Qué es el cine? (André Bazin). 
-       Douglas Sirk por Douglas Sirk (Jon Halliday).
-       Pursuits of Happiness: The Hollywood Comedy of Remarriage (Stanley Cavell).
-       The Psychotronic Video Guide (Michael J. Weldon).

La noche de Walpurgis

2.5*

Luis Buñuel y Jesús Franco son dos directores españoles que han disfrutado del reconocimiento de la Cinémathèque Françoise, que ha programado ciclos y homenajes a sus respetivas filmografías. Pero Paul Naschy es el único artista español que ha recibido un premio, en reconocimiento a toda su obra, de manos del gran gurú Roger Corman. Y no fue por casualidad: Jacinto Molina (que este es su verdadero nombre) es uno de los más talentosos y entregados ex culturistas cinematográficos. De hecho, su dedicación al cine fantástico y de terror es proverbial. Y una de sus más míticas creaciones es Waldemar Daninsky, un hombre lobo enamorado (a la manera del de Lon Chaney jr.) que se enfrenta, periódicamente, a vampiros, espectros y otros seres de la noche. La noche de Walpurgis, cuarta entrega de la serie, mezcla con cierta solera elementos de varias mitologías y tradiciones literarias en un cáliz resultón e interesante aunque arrastra una concepción algo naive del cine de género. Aún así, tanto por el encanto que tiene como por la significación dentro del desarrollo histórico del cine de terror en España, merece destacarse como una obra icónica y respetable. Lo más interesante del film, junto con la insólita recreación licántropa del propio Naschy (aquí, además, siendo dirigido por el gran Klimovsky), es alguna escena en cámara lenta de vampiras en pleno cotarro hemoglobínico. Un clásico de lo que Carlos Benítez ha denominado los “semblantes del fantaterror” español.

martes, 14 de junio de 2016

300: El nacimiento de un imperio (Aka 300: Rise of an Empire)

2*

La máquina palomitera de Hollywood vuelve a cagarla. En este caso, tenemos una chorradaca infográfica sobre la aceptable creación previa de Frank Miller, que funciona como una especie de precuela en relación con el éxito previo de Zack Snyder (de ahí lo de las Guerras Médicas), y que llena la pantalla con sangre digital, cientos de miles de extras pixelados y una trama ramplona e infantiloide. Es decir, que banaliza lo que Snyder pretendió trascender con su crónica visual de la batalla de las Termópilas. Lo que en 300 era una originalidad polémica, aquí es rutina escabechada. Ni siquiera los abdominales pintados impregnan la retina del espectador. Una de las pocas cosas que pueden producir algún tipo de emoción en el público es alguno de esos polvos helenos que salpican la trama, especialmente el que protagoniza una maravillosa Eva Green. Aunque, eso sí, son polvos sin amores: puro empotrismo, de ese que está tan de moda ahora, en estos tiempos que corren donde no hay ocasión para ningún tipo de preliminar. Como dice Artemisa: “you fight much harder than you fuck”. Este es el nivel de los diálogos.

lunes, 13 de junio de 2016

Man to Man

2*

Cioran escribió que la razón “es una puta que sobrevive mediante la simulación, la versatilidad y la desvergüenza”. Y la ciencia, hija predilecta de la razón, es el ejemplo perfecto. Durante siglos, y también en la actualidad, la ciencia ha tenido que esconder las vergüenzas de sus acciones. La ciencia es una actividad (y una disciplina) que ha caído, a menudo, en el distanciamiento inhumano y en una falta de empatía repleta de crueldad. Buena parte de los científicos de los últimos doscientos años han metido la pata hasta las trancas, dejando en ridículo a la comunidad científica. Eso lo sabe casi cualquier ciudadano medianamente informado. Es decir, que no lo sabe todo el mundo, debido a esa mitificación cuasi primitivista con la que tratamos a la ciencia, amiga del progreso y aliada de la distopia. En todo caso, el film es uno de esos ejemplos bienintencionados que se propone denunciar la ignorancia de tiempos pasados, mostrando la normalidad con la que se desenvuelve la crueldad frente a lo desconocido, que normalmente se identifica con los más débiles (razas, animales, culturas, etc.). Sin embargo, las interpretaciones, varias situaciones y muchos diálogos no son del todo convincentes, así como el desarrollo estereotipado y parcial de la sociedad en la que está ambientada la historia. La buena intención de origen se transforma, así, en una película plana y sensiblera, como ha resumido acertadamente Carlos Boyero. De todas formas, es un ejemplo palmario de la estulticia humana, que no tiene edad y que se agazapa en cualquier tipo de personas, sean pobres o ricas, estén formadas o sean totalmente analfabetas. Y, como ejemplo, podría servir adecuadamente en la enseñanza obligatoria de las sociedades de masas en las que vivimos. Pero seguro que está película, con todos sus defectos, no llega a las aulas.

Black Rain

3*

Contrastes. Esta es la palabra que define con precisión al Japón contemporáneo. Así lo dejó escrito la Ruth Benedict de El crisantemo y la espada. Y esta es la palabra que representa con bastante acierto la premisa de este exitoso thriller de Ridley Scott, estrenado justo después de La sombra del testigo, dos años antes del super hit Thelma & Louise y el último film clásico de su director. Algo así como su Manhattan Sur. Dos policías de Nueva York, esa “gran zona gris”, han de extraditar a un asesino despiadado de la Yakuza (un tal Sato), al Tokio de finales de la ultraconservadora década de los ochenta. Con la ayuda del jefe de la Prefectura local, el gran Ken Takakura, deberán esquivar la guerra de poder entre la mafia japonesa, además de vengar un asesinato absolutamente imprevisible y que fue uno de los temas de conversación para buena parte de los espectadores que vieron el film en el momento de su estreno. Scott rinde homenaje a la cámara retardada de Peckinpah, para acentuar algunas escenas de acción, pero también a la contención y estallido de la violencia en el Yakuza de Pollack. Además, el guión se permite algunas pinceladas sobre culpabilidades históricas, raíces retorcidas y problemas de identidad cultural. En fin, un thriller rodado y fotografiado con un alto sentido estético (por el luego director de Speed) y con una BSO que martillea convenientemente la trama.