domingo, 30 de junio de 2013

Mis 5 imprescindibles de Jessica Biel:


-       El oro de Ulises (1997).
-       London: oscura obsesión (2005).
-       El ilusionista (2006).
-       Powder Blue (2009).
-       El hombre de las sombras (2012).







El club de la lucha

4*

Al final de 2013: rescate en L.A., de John Carpenter, Serpiente Plissken mira a la cámara, se enciende un cigarillo y afirma: “bienvenidos a la raza humana”. Se han desactivado todos los productos tecnológicos de la tierra y, de alguna manera, volvemos a una forma de vida más pura, menos artificial. La premisa argumental de The Fight Club es la siguiente: un individuo insomne y pusilánime (Edward Norton), conoce a un personaje que fabrica jabón y que le hace reflexionar sobre su intrascendente y cobarde estilo de vida. El fabricante de jabón y el oficinista renegado se convierten, así, en alter egos, en el doctor Jeckill y el señor Hyde, en una extraña especie de heterónimos vitales. Juntos organizan un club de lucha para endurecerse, compartirlo con extraños y ayudarse unos a otros a  sentirse vivos. Pero Tyler Durden (Brad Pitt), tiene un sueño más grande: hacer regresar a la humanidad a un momento de la evolución en el que todo lo falso de la civilización sea sustituido por formas más creativas y vitales de supervivencia. El argumento no deja de ser fascinante aunque falsamente original. Una sociedad hipermaterialista e hipócrita es el caldo de cultivo perfecto para el canto de guerra de Theophile Gautier: “antes la barbarie que el tedio”. Tanto la novela (de Chuck Palahniuk) como esta absorvente adaptación (de David Fincher) subrayan la falta de libertad de las sociedades occidentales a través de un conjunto de filigranas argumentales, filosóficas y estéticas. La fotografía, sucia y verdosa, recuerda la estética que fotografió Darius Kohndji para Se7en. El film se completa con un puñado de antológicas interpretaciones, aunque narrativamente pierde un poco el ritmo en su tramo final, que no llega a ser emocionalmente apocalíptico




sábado, 29 de junio de 2013

Viaje al fin del universo

3*

En el año 2163, la tripulación de la Icaria-XB1 es enviada a explorar el universo en busca de vida inteligente. Al llegar a Alpha Centauri, descubrirá una nave del pasado así como un extraño y poderoso Sol negro. Ambos descubrimientos causarán problemas a los integrantes de la misión. Una película de ciencia ficción, de nacionalidad checoslovaca, que fue estrenada a comienzos de la década de los sesenta y que resulta extraña e interesante a partes iguales. Extraña por el idioma, por el diseño de producción y por la música; interesante, por la propia historia, por el montaje y por el final. Por otro lado, algunos elementos del film se pueden rastrear en ciertas películas fantásticas posteriores (desde Terror en el espacio, a Alien, Star Trek u Horizonte Final, por ejemplo). El director, Jindrich Polák, sorprende al espectador actual con una historia de profundas resonancias científicas, sin descuidar los elementos humanistas aunque con los miedos y obsesiones de la Guerra Fría como telón de fondo. Además, el director apuntala el relato con varios momentos poderosos y con varias secuencias “ya clásicas”, como diría Pablo Herranz (como la de la explosión de la nave, la de la atracción interestelar o la de la pérdida de control de un astronauta), lo que redunda en un ritmo convenientemente controlado y climático. Siguiendo el argumento de Robert Laughlin, no solo no hemos llegado al fin de la ciencia: es que ni siquiera estamos cerca. ¿Así que, qué decir de la exploración del universo?

viernes, 28 de junio de 2013

Los violentos de Kelly

3*

Hayden White afirmó en Metahistoria que el pasado puede ser contado de varias formas: como tragedia, como comedia, como sátira o como un romance. De hecho, el cine sobre la Segunda Guerra Mundial ha ido tocando cada uno de estos palos, aunque ha prevalecido la forma trágica (disfrazada o mezclada con el cine de aventuras). Incluso se pueden encontrar películas cómicas lo que, en el fondo, le da la razón al historiador USAmericano. De hecho, el cine bélico en clave de comedia, referido a la 2ª GM, tiene su propia sección en la historia del cine, desde El gran dictador hasta La vida es bella, pasando por ¿Qué hiciste en la guerra, papi?, 1941 o Desventuras de un recluta inocente. Y, por supuesto, no han faltado los críticos que se han llevado las manos a la cabeza por frivolizar y trivializar tan dramático y cruel acontecimiento histórico. En todo caso, matiza White, la preferencia por una u otra versión de la misma porción del pasado responde a razones estéticas o morales más que científicas. En el caso de Los violentos de Kelly, la historia se centra en un grupo de soldados que descubren que, pocos kilometros tras las líneas enemigas, los nazis guardan 16 millones de dólares en oro, lo que disparará sus ganas de hacerse ricos y, por tanto, sus avaricias personales. Pero también la capacidad de trabajar en equipo, como en Tres reyes. Brian G. Hutton rueda una ácida historia de acción, con un nutrido grupo de simpáticos y entrañables personajes y con un acertado uso del ritmo narrativo (aunque la mezcla de géneros y la excesiva duración no juegen siempre a favor del film). Además, no faltan los momentos de humor, las parodias y las burlas, lo que estimula nuestras representaciones amables de la guerra (sic). 




miércoles, 26 de junio de 2013

Remando al viento

3*
Dedicada a David Granda
James Whale tuvo la inspirada visión de comenzar su obra maestra, La novia de Frankenstein, con una escena mítica: la de la noche en la que Mary Shelley imaginó su gótico prometeo, en diálogo con Lord Byron, John Polidori y Percy B. Shelley, con quienes estaba en villa Diodati, en Ginebra. Esta escena forma parte de cierto imaginario colectivo y alimenta nuestras representaciones sobre el poder de la imaginación y el desarrollo del proceso creativo. Gonzalo Suárez, por su parte, tuvo también una excelente idea: contar la historia de la gestación de un mito moderno, el de Frankenstein, a través de los recuerdos (mitad realidad, mitad fantasía) de una Mary Shelley de viaje por el Polo Norte, un lugar que es, precisamente, donde comienza y finaliza la novela original. Aquí, Suárez (autor del guión) utiliza el recurso de la memoria en off para sustituir la naturaleza epistolar de la novela original. Por otro lado, usa la imagen gélida del Polo Norte como una metáfora dual, tanto de lo inexplorado como de la muerte, al estilo de Poe, Melville o Lovecraft. El resultado es una película de un halo romántico considerable pero que, en ocasiones, no resulta del todo convincente por el frío perfeccionismo con el que está rodada (un filtro oscuro aquí, unas falsas lágrimas allá), así como por la solemnidad de algunas conversaciones y reflexiones. En todo caso, se trata de una estimable realización y una de las típicas creaciones del director (en la línea de Mi nombre es sombra, por ejemplo): una película literaria, teatral y culturalista (en el mejor sentido de la palabra), esteticista (gracias a una magnífica composición visual, de evidentes componentes pictóricos), narrativamente audaz (por esa mezcla riquísima y muy postmodena de remembranza, historia y fantasía), muy bien ambientada, con un score extraordinario y unas interpretaciones, digamos, que nunca pasan de la corrección. El film, por cierto, coincidió con el estreno de Haunted Summer, sobre los mismos hechos.

lunes, 24 de junio de 2013

El último valle

3.5*

El último valle es como El señor de la guerra o El león en invierno respecto de la Edad Media: una película que muestra una época del pasado (en este caso, las guerras religiosas del siglo XVII), sin complacencias ni delicadezas innecesarias y, por supuesto, sin esa cándida y nostálgica inocencia que suele impregnar al cine histórico en general. Vogel (Omar Shariff) es un profesor de filosofía que descubre un pueblo entre las montañas, en un valle fértil y escondido, lo que aleja a sus habitantes de las luchas intestinas en que están sumidos católicos, protestantes, calvinistas y sus respectivos aliados. Pero dicho pueblo también es descubierto por una banda de mercenarios dirigidos por el Capitán (Michael Caine). El film está basado en una novela histórica de John B. Pick que está ambientada en el sur de Alemania durante la Guerra de los Treinta Años. Además de otros cambios, el final de la historia original es más pesimista que el de la película. James Clavell sorprende con su visión realista y descarnada de la religión, el poder y la guerra y entretiene con una historia, llena de tensión, sobre ambiciones y supervivenvias varias y todo ello en los márgenes del conte philosophique. Parece que las cosas no han cambiado mucho desde entonces, aunque hay gente que vive ingenua e ignorante pensando que sí.



miércoles, 19 de junio de 2013

Llama a un extraño (Aka When a Stranger Calls)

2*

Cuasi telefilm de terror, bastante prescindible, sobre un psicópata que llama a una babysitter. Más originalidad es imposible, por tanto (teniendo en mente Acosadas por el pánico, La noche de Halloween, Are You in the House Alone?, Navidades negras, Prom Night o Scream). Lo más interesante del film es la primera parte, los primeros 21’ (que, por cierto, provienen de un cortometraje anterior, The Sitter, 1977), decentemente rodados y montados y con un angustioso desenlace, puesto que, a continuación, toda la película se  transforma en una aburrida historia que sigue a un homeless psychokiller por los bajos fondos para comprobar si se ha rehabilitado o no. Por cierto, la interpretación del asesino es estupenda. A la dirección, Fred Whalton, quien rodaría un remake aún más inncesario casi 20 años después, con los mismos actores protagonistas (Charles Durning y Carol Kane).


lunes, 17 de junio de 2013

Centauros del desierto

4.5*

Un personaje de la novela Cuerpos extraños, de Cynthia Ozik, sostiene que conocer los misterios y los entresijos del cine es una perfecta inutilidad. Y para el caso de las películas del director favorito de Orson Welles podría ser con más razón: pues entretienen y funcionan a la perfección sin necesidad de análisis alguno. En todo caso, aquí va esta PastillaCrítica. Ethan Edwards (John Wayne), un errante soldado confederado, regresa a su hogar en Texas 3 años después de acabada la Guerra de Secesión. Al poco de llegar, su familia es asaltada por los comanches y se lanza a la búsqueda de su joven sobrina, a la que creen única superviviente del ataque. La búsqueda, que le ocupará varios años, poco a poco, se irá transformándo en una auténtica odisea. La vida en Monument Valley, mientras tanto, sigue su curso. John Ford construye un western dramático sobre el racismo, la obsesión y el odio a base de decenas de pequeños detalles, casi imperceptibles para el tradicional epectador del género. Con algunos ligeros errores narrativos, de montaje y de continuidad, el film tiene la grandeza de la imperfección. Maravillosa en sus aspectos técnico-artísticos (excelente fotografía de Hoch y con una BSO de Max Steiner que abraza a la historia como un buen amante), el argumento se desarrolla tan retorzidamente como la mente y el corazón del protagonista, un auténtico centauro del desierto, por la cantidad de tiempo que pasa subido a su caballo. Los 120’ de película están salpicados con emotivos, festivos y musicales momentos, como es habitual en el cine del maestro, así como con esporádicos destellos de humor, todo fusionado con una sabiduría y con una pulcritud estética admirable. Por otro lado, los aspectos éticos son tan ricos y complejos como la propia interpretación de Wayne, con seguridad una de las mejores de su carrera, de una aspereza que convence, de una contención que admira. Por cierto, la ínclita editorial Valdemar tiene una excelente versión de la novela original, de Alan Le May, en su colección Frontera.















sábado, 15 de junio de 2013

Mis 5 imprescindibles de Richard Linklater:


-       Movida del 76 (1993).
-       Antes del amanecer (1995).
-       Waking Life (2001).
-       Antes del atardecer (2004).
-       A Scanner Darkly: una mirada a la oscuridad (2006).


jueves, 13 de junio de 2013

Tesis

2.5*

Una estudiante de periodismo descubre una red de producción y distribución de películas snuff mientras está investigando sobre su tesis doctoral. Además, descubre que en dicha red están implicados miembros de su propia universidad lo que la obliga a averigüar quién o quienes son antes de que su vida pueda correr peligro. Tras dos mediometrajes, Alejandro Amenábar se estrena como director con este thriller que sigue bastante a piés juntillas algunas de las convenciones del género: una asunto morboso, una trama repleta de falsos sospechosos, personajes estereotipados, situaciones de tensión y continuos giros de guión. No obstante, el carácter amateur de la produción (que se puede apreciar en sus carencias de iluminación, de montaje, de sonido y de interpretación), se queda en un segundo plano gracias al relativamente conseguido climax del suspense así como a la truculenta atmósfera. Por otro lado, el guión flaquea en varias ocasiones, merced a unos diálogos no siempre conseguidos y a varias escenas incomprensibles. En todo caso, parte de lo rudimentario de la dirección se ve conpensado por el acierto en la utilización de la elipsis. La BSO, por cierto, obra del propio director, resulta ser un remedo de varias fuentes y estilos. Por otro lado, el éxito original de la historia se debe, con probabilidad, a la ingenuidad del espectador español, ignorante tanto de la realidad sobre la que se basa la historia como del hecho de que la principal inspiración provenga de varias cintas anteriores (como Hardcore: un mundo oculto, por ejemplo). Lo más interesante del film, sin embargo, es su naturaleza meta cinematográfica, repleta de homenajes y referencias al cine y al carácter voyeurístico de nuestra actitud como espectadores.



martes, 11 de junio de 2013

El viento que agita la cebada

3*

El joven doctor Damien O’Donovan (Cillian Murphy) se dispone a completar sus estudios de medicina pero los acontecimientos que se están viviendo en Irlanda le obligan a tomar partido y a comprometerse en la lucha contra los ingleses y por la independencia. De hecho, se involucra en la organización y actividades del Sinn Fein y del IRA, lo que le pondrá en varias situaciones conflictivas y peligrosas, tanto personal como políticamente. Rodada en la misma Irlanda, Ken Loach regala al espectador un seco retrato de los ideales republicanos irlandeses y de sus luchas, a través de la confrontación de dos formas de entender la justicia y la igualdad, una teórica y la otra práctica o, si se quiere, una racional y la otra temperamental. Pero lo interesante del guión es que tanto Loach como Laverty se esfuerzan en complejizar las distintas perspectivas (socialistas, nacionalistas, católicos), contextualizándolas histórico-politicamente y diluyendo posibles subrayados así como un eventual y maniqueo mensaje. Por otro lado, el film está bien terminado y correctamente interpretado, aunque no destaca precisamente en ninguno de sus aspectos técnico-artísticos, aunque la fotografía naturalista sea del habitual Barry Ackroyd (En tierra hostil o Green Zone, por ejemplo) y la música de George Fenton. De hecho, aunque se vea en pantalla grande, la película tiene un cierto tufillo telefílmico. El título proviene de un poema del poeta Robert Dwyer Joyce y, tras conseguir la Palma de Oro en Cannes, The Wind that Shakes the Barley disfrutó de un relativo éxito comercial, para lo que suele ser habitual en la obra del director.