miércoles, 26 de junio de 2013

Remando al viento

3*
Dedicada a David Granda
James Whale tuvo la inspirada visión de comenzar su obra maestra, La novia de Frankenstein, con una escena mítica: la de la noche en la que Mary Shelley imaginó su gótico prometeo, en diálogo con Lord Byron, John Polidori y Percy B. Shelley, con quienes estaba en villa Diodati, en Ginebra. Esta escena forma parte de cierto imaginario colectivo y alimenta nuestras representaciones sobre el poder de la imaginación y el desarrollo del proceso creativo. Gonzalo Suárez, por su parte, tuvo también una excelente idea: contar la historia de la gestación de un mito moderno, el de Frankenstein, a través de los recuerdos (mitad realidad, mitad fantasía) de una Mary Shelley de viaje por el Polo Norte, un lugar que es, precisamente, donde comienza y finaliza la novela original. Aquí, Suárez (autor del guión) utiliza el recurso de la memoria en off para sustituir la naturaleza epistolar de la novela original. Por otro lado, usa la imagen gélida del Polo Norte como una metáfora dual, tanto de lo inexplorado como de la muerte, al estilo de Poe, Melville o Lovecraft. El resultado es una película de un halo romántico considerable pero que, en ocasiones, no resulta del todo convincente por el frío perfeccionismo con el que está rodada (un filtro oscuro aquí, unas falsas lágrimas allá), así como por la solemnidad de algunas conversaciones y reflexiones. En todo caso, se trata de una estimable realización y una de las típicas creaciones del director (en la línea de Mi nombre es sombra, por ejemplo): una película literaria, teatral y culturalista (en el mejor sentido de la palabra), esteticista (gracias a una magnífica composición visual, de evidentes componentes pictóricos), narrativamente audaz (por esa mezcla riquísima y muy postmodena de remembranza, historia y fantasía), muy bien ambientada, con un score extraordinario y unas interpretaciones, digamos, que nunca pasan de la corrección. El film, por cierto, coincidió con el estreno de Haunted Summer, sobre los mismos hechos.

3 comentarios:

  1. Estimado Zineface, quien quiera que seas, ya podrías haber sido un poco menos esteticista y culturalista (¿cómo diste con el estudio de Alejandro Riera?) y un poco más wertiano y haber subido la nota de calificación, ¿no? ¿Un 3?

    En cualquier caso, una gran crítica para la última gran cinta poética del cine español. Por lo visto, Granda, como Nadal cuando gana Roland Garros, solo tiene palabras de agradecimiento.

    ResponderEliminar
  2. Estimado Granda: ha sido un placer revisar la película y dejarse llevar por su hálito romántico y culturalista. Es una forma de rendir homenaje a una obra que, aún con sus imperfecciones, consigue hacernos recuperar la fe en el cine patrio, en un cine alejado de los típicos y absurdos corsés en los que se ha dejado meter, al margen de la obra personalísima y rotunda de un Buñuel, un Berlanga o un Saura, por ejemplo.
    Siempre es un problema y un arbitrio poner calificaciones a las obras artísticas. Estuve entre el 3 y el 3.5 y finalmente, como Wert, salvo que lo pida el propio partido, mantendré la nota de corte en el 3.25 (un 6.5 para los amigos). Pero no subo ni un poquito más. El agradecimiento es mío: por tu petición, por tu estímulo, por tus palabras y por poder contar contigo como uno de mis lectores. Un abrazo virtual, David Granda.

    ResponderEliminar
  3. Estimado Granda: muchísimas gracias por tus palabras. La verdad es que creí comentar tus palabras hace unos días pero compruebo ahora con estupor que no se registró mi comentario... En todo caso, como Wert, estaba entre el 6 y el 7, es decir, pensé en "poner" un 6.5 mondo y lirondo al trabajo de Suárez. Algunas de las razones están empastilladas; otras son tan subjetivas que avergonzarían al propio Zineface, quien quiera que sea. ¿Es bueno el trabajo de Riera, verdad? Pues fue pura serendipity. Mis gracias y mi abrazo para ti, David GrandE!

    ResponderEliminar