viernes, 31 de mayo de 2013

Mis 5 imprescindibles de Maureen O'Hara:


-       Esta tierra es mía (1943).
-       De ilusión también se vive (1947).
-       El hombre tranquilo (1952).
-       Cuna de héroes (1955).
-       Escándalo en Villa Fiorita (1965).



miércoles, 29 de mayo de 2013

On the Road

2.5*

El gran poeta español Antonio Machado escribió unos versos maravillosos en sus Proverbios y cantares: “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Pues bien, el último film del director de Estación Central de Brasil responde a la letra y al espíritu de estos versos. Al contrario que en su adaptación de los diarios del Che Guevara, On the Road es una película que, en el plano más superficial, constituye un retrato sobre el placer (y la necesidad) de viajar y, por tanto, sobre la dificultad de echar raíces (al contrario que Big Sur). Sin embargo, al final, intenta convertirse en una historia sobre el desarraigo espiritual, entendido como metáfora del desencanto de buena parte de la población USAmericana de postguerra, la llamada generación beat, que creció y vivió al margen de las constricciones del american way of life, entre aspiraciones artísticas, the pursuit of happiness y un cierto decadentismo flaneur. Si Jack Kerouac (como antes su maestro Henry Miller) se recrea en la construcción de personajes, en los diálogos, en el aliento poético-filosófico y en la búsqueda vital (con un estilo bepop-iano), Walter Salles se centra (y he aquí, el principal de sus errores) en la exaltación del lado más salvaje, lúdico e irresponsable del movimiento (a costa de caer en varios tópicos y reiteraciones), un salvajismo que, por otro lado, nunca fue una aspiración consciente de Ginsberg/Burroughs/Cassady sino una consecuencia del extrañamiento vital, una especie de huída hacia delante, como algunos personajes de Scott Fitgerald o como el propio Holden Caulfield. La cuestión es si se vive para escribir o hay que vivir para poder escribir. Desde el punto de vista cinematográfico, hay que lamentar el carácter repetitivo de la estructura (remarcado por la BSO de Santaolalla), unas interpretaciones inseguras y una conclusión abrupta e insatisfactoria.



lunes, 27 de mayo de 2013

Sexo, mentiras y cintas de video

3*

Opera prima de Steven Soderbergh, de 1989, que fue merecedora de la Palma de Oro en Cannes y que abrió el camino, de alguna manera, para la explosión de cine indie de comienzos de los noventa. Con un estilo cinematográfico relativamente personal (una mezcla del cine de John Houston, Alan Rudolph y Robert Altman), Soderberg disecciona diversas frustraciones humanas con la excusa de contar la historia de un grupo de treinteañeros a la deriva. Las frustraciones resultan ser un tanto típicas (incluso respecto de varias generaciones) y, de hecho, parecen un tanto arquetípicas: una mujer felizmente casada pero frustrada sexualmente; su marido, que le es infiel con su cuñada; una cuñada que es una mujer independiente y desinhibida; y un amigo de la universidad con problemas de desamor, impotencia y fetichismos varios (este es, sin duda, el gran acierto del film). Pero la historia arriesga en su planteamiento porque acaba dinamitando uno de los pilares fundamentales de buena parte de la sociedad actual: la mentira del matrimonio de conveniencia. En todo caso, Soderberg no se lanza a un cine hyperlink, que es el que luego practicaría en varias ocasiones (como en Traffic), sino que desarrolla una narración relativamente convencional, aunque con algún flashback/flashforward que queda justificado por motivos dramáticos. Por su parte, las interpretaciones del cuarteto protagonista, espoleadas por el estilo improvisado del director, son magníficas, particularmente la de James Spader. La BSO, para terminar, es acertadamente weird, una mezcla de música electrónica y sonido ambiente (al estilo Brian Eno, como en Crash, de David Cronenberg).

Él

3.5*

Probablemente, la mejor disección que se haya rodado jamás sobre el abismo en el que caen las personas celosas (muy por encima, por ejemplo, de Primavera precoz, Que el cielo la juzgue, El infierno o Te doy mis ojos). Francisco Galván, un rico burgués, hombre de bien y cristiano practicante, conoce a una mujer de la que se enamora perdidamente. Consigue casarse con ella aunque estaba prometida con un viejo amigo. Sin embargo, en la misma noche de bodas comienza a manifestar una exagerada inseguridad por cualquier hombre con el que su reciente esposa mantenga una simple conversación. Poco a poco, comienzan a aparecer los síntomas de los celos patológicos, una enfermedad cruel y compleja que afecta tanto al enfermo como a quienes le rodean, especialmente a la persona objeto de los mismos, que padece un continuo calvario de insultos, acusaciones arbitrarias, interrogatorios absurdos, vejaciones y demás artimañas de la sinrazón. Una sinrazón en la que suelen caer las personas celosas, las cuales, incluso, pueden desarrollar transtornos duales de la personalidad y paranoias de todo tipo. Aunque el guión pudiera parecer un tanto exagerado en su desarrollo (respecto de los efectos de la enfermedad en el protagonista y de la pusilanimidad de su esposa), la radiografía sigue siendo estremadamente certera y, además, está rodada y montada con esa aparente sencillez que está al alcance de muy pocos. Por su parte, los grandes actores mexicanos Arturo de Cordova y Delia Garcés componen dos excelentes intepretaciones.



viernes, 24 de mayo de 2013

Esclava del placer

2*

Como en el clásido de Godard, Una mujer es una mujer, Valeria (Bárbara Bouchet) le pide insistentemente a su marido musicólogo, David (Pier Paolo Capponi), que tengan un hijo. Al no poder tenerlo, la mujer comienza a fantasear que mantiene relaciones sexuales con varios hombres, lo cual termina por materializar. Poco a poco, comienza a abandonar su orden burgués, desarrolla una profunda neurosis y termina por perder la salud mental, por lo que su marido le interna en un sanatorio mental regentado por monjas. La segunda parte del film se desarrolla ahí dentro, en un ambiente de comportamientos y personajes bizarros. Extraña producción de Brunello Rondi, repleto de ese esteticismo malsano y sexual propio de buena parte de la serie B italo setentera, con resultados bastante mediocres. Además, tanto la historia como su presentación no son aptos para todos los públicos, tanto por su faceta sexploitation como por su tremendismo psicopatológico. Por último, convendría recordar su naturaleza metafórica, probablemente inconsciente pero, a la postre, sintomática de una época que estaba a mitad de camino entre el conservadurismo de la década y las nuevas libertades aparecidas al calor de la primera crisis importante de las sociedades postindustriales. Aunque, por otro lado, en toda la trama parece esconderse una peligrosa moraleja. Por cierto, la música es de lo más estimulante.


martes, 21 de mayo de 2013

El león en invierno

4*

A finales del siglo XII (1183), Enrique II (Peter O’Toole), que tiene a su mujer Leonor de Aquitania (Katharine Hepburn) encerrada en el Castillo de Salisbury y a sus tres hijos desperdigados por sus posesiones, decide citar a los cuatro para comunicarles quién será su heredero. Para ello, traslada la Corte a Chinón en Navidad y comienza la negociación, una negociación llena de complots, subterfugios y traiciones, una negociación que tiene que desarrollar con su mujer, con sus hijos (Richard, Geoffrey y John), con el Rey de Francia, Felipe II (Timothy Dalton), y con la amante real, Anais (la hermana de Felipe II). Una película con un guión excelente y maravillosamente interpretada pero que puede pecar de elementos literarios e incluso teatrales (esos elementos que no solamente no estorbaron sino que perfeccionaron El nombre de la rosa, esos elementos que contrastan con la verosimilitud con la que se representa la época en que se desarrolla la historia: el medievo). Visualmente, el film no está a la altura de su sofisticación y sutileza intelectuales pero tampoco escora en la puesta en escena, en la iluminación o en la ambientación. La película toca casi todos los temas importantes (el poder, el amor, el sexo, el tiempo, la guerra, la familia, el juego, etc.), en una historia repleta de ambiciones y engaños que recuerda a la trama de El Rey Lear y de Macbeth y que supone un eslabón más en la obsesión humana (una cadena, en verdad) por representar la historia de las élites dejando a un lado la historia del resto de la humanidad. Y es que, como decía Adam Smith, “esta disposición a admirar, y casi a idolatrar, a los ricos y poderosos, y a despreciar o, como mínimo, ignorar a las personas pobres y de condición humilde [...] es la principal y más extendida causa de corrupción de nuestros sentimientos morales". Por cierto, hay una versión más moderna, interpretada por Glenn Close y Patrick Stewart.



lunes, 20 de mayo de 2013

Un hombre lobo americano en Londres

3.5*


En la actualidad, salvo contadísimas excepciones, nadie suele hablar de los creadores de los FX digitales. Sin embargo, no hace mucho, los diseñadores de efectos especiales sí que conseguían hacerse un hueco en la industria cinematográfica cuando impresionaban con su trabajo a los espectadores. Este es el caso de Rick Baker, que ha pasado a la historia por algunos de los mejores maquillajes y animatronics de las últimas décadas. De hecho, en este film, consiguió una de las mejores transformaciones licántropas que se han visto en el cine. Por lo menos para la época, como siempre se ha de decir. Lo mismo que su discípulo, Rob Bottin, en Aullidos. En todo caso, Un hombre lobo americano en Londres supone una estimable y honesta actualización del mito del hombre lobo, rodada con mucho cariño y conocimiento de causa y gracias, sobre todo, a una adecuada fusión entre el género de terror y la comedia USAmericana de los ochenta, aderezado con una muy british historia de amor. John Landis rinde homenaje al mito de Larry Talbot aprovechando un guión bien compacto y una solvente producción. Por cierto, la película está repleta de guiños cinéfilos (Nosferatu, Sweeney Todd, La maldición del hombre lobo o El Álamo, por ejemplo). Además, el score acompaña a la historia con varias referencias irónicas a lo que pasa en pantalla (como las canciones Blue Moon o el tema de la Creedence Clearwater Revival, Bad Moon Rising). 



viernes, 17 de mayo de 2013

Soul Kitchen

3.5*
Dedicada a Raúl Ortiz
Tras sorprender al espectador con sus potentes dramas mestizos, Contra la pared y Al otro lado, Fatih Akin relaja el drama de sus argumentos con esta comedia de trazos gruesos y agrestes personajes que, en todo caso, no supone ninguna novedad en su filmografía puesto que, entre otras cosas, recupera alguno de sus motivos previos (la crudeza de la inmigración de griegos y turcos en Alemania, los bajos fondos, los sueños de triunfo, la danza del amor, la esperanza). El director se mantiene fiel a su contundente forma de contar historias (con su inusual concepción del encuadre y del montaje, Akin demuestra que es capaz de contar cualquier cosa, con imágenes, en 5 segundos) y, además, consigue imprimir a una trama inverosimil y absurda la fuerza y la emoción que necesita. Consigue, de hecho, varios momentos antológicos, tanto visual como narrativamente. Por no hablar de un par de escenas divertidísimas. Por su parte, además de una BSO exultante (repleta de temas Soul, Funk y electrónicos), Birol Ünel y Udo Kier realizan dos soberbias apariciones mientras que el resto de actores cumple con su cometido aunque, algunas veces, de una forma exagerada, algunas veces enfática.




miércoles, 15 de mayo de 2013

Mis 5 imprescindibles de Woody Allen director:


-       El dormilón (1973).
-       Manhattan (1979).
-       Delitos y faltas (1989).
-       Todos dicen I love you (1996).
-       Midnight in Paris (2011).



martes, 14 de mayo de 2013

Bandido

3*

Años antes de Agáchate maldito y de Grupo salvaje (de los maestros Leone y Peckinpah respectivamente), Richard Fleischer rodó este interesante Western ambientado en la revolución mexicana, como Yo soy la revolución, de Damiano Damiani, su descendiente directo (como tantos otros). En 1916, los rebeldes andan escasos de armas en su lucha contra los regulares de Carranza, lo cual incita a aventureros de toda ralea a negociar con ellos. La película comienza con un travelling magnífico (digno antecedente del que Welles rodó, dos años más tarde, para la secuencia inicial de Sed de mal), que da pie a todo un conjunto de engaños y desengaños (en los dos sentidos de la palabra) entre el cínico cazador de fortuna Alacrán Wilson (Robert Mitchum), el líder insurrecto Escobar (Gilbert Roland), el contrabandista de turno (Zachary Scott) y su hermosa pero ninguneada mujer (Ursula Thiess). Por cierto, Mitchum volvería a interpretar un papel parecido en la desconocida Villa cabalga, de 1968, sobre un guión de Sam Peckinpah. Una partitura típica de Max Steiner (altisonante e intimista a partes iguales), una magnífica planificación y unos diálogos acerados completan la entretenida función. Por cierto, el espectador cinéfilo no puede dejar de sospechar que detrás de Serpiente Plissken se podría encontrar perfectamente este Alacrán Wilson.

viernes, 10 de mayo de 2013

Invasión

3.5*

Como decía Susan Sontag, el cine es principalmente un arte visual y, además, una subdivisión de la literatura. Como también podría serlo el cómic. De hecho, Juan Giménez y Ricardo Barreiro publicaron en los años ochenta una de las obras maestras del cómic argentino, Ciudad, mitad arte visual mitad narración literaria y en donde se describe una ciudad laberíntica e infinita, como Aquilea, la que aparece en esta película de Hugo Santiago. El guión es obra de Adolfo Bioy Casares y de ese gran cosmopolita que fue Jorge Luís Borges. El tema del todo-en-uno, tan querido para el escritor, ya ha sido señalado por múltiples autores, incluido Alberto Manguel en su libro de ensayos En el bosque del espejo, de evidente título borgiano. Por otro lado, la premisa argumental recuerda a El Eternauta, auténtica piedra de toque del mundo de la viñeta argentina y un producto magnífico y altamente viral, gracias al engarzado trabajo de Oesterheld y Solano. El film es, por tanto, más que otra cosa, una historia de ciencia ficción metafísica, racionalizada al extremo y desprovista de casi todo elemento pasional o amoroso, como ocurre en general con toda la literatura del escritor porteño. Con una planificación, una puesta en escena y un montaje auténticamente experimental y que roza lo bizarro, especialmente porque se desarrolla años después de las prácticas desarrolladas por la nouvelle vague, la película termina por absorver al espectador, aún a costa del estupor, de la incomprensión e, incluso, de algún que otro bostezo. En todo caso, en algunos aspectos, el film parece prefigurar el ambiente opresivo que el PRN instituyó en la argentina entre 1976-1983. El órgano colegiado que perpetró esta extraña obra pariría en los siguientes años alguna más en la misma línea, como Los otros.

jueves, 9 de mayo de 2013

Zodiac

4*

La mejor de las versiones cinematográficas de los asesinatos de Zodiac, tras la popular adaptación de Don Siegel en Harry el Sucio (donde el criminal se llamaba Scorpio). A diferencia del policíaco protagonizado por Clint Eastwood, Fincher firma una película enmarañada, construida alrededor de varias investigaciones cruzadas, similar a uno de esos puzzles y criptogramas que el psycho killer enviaba a las autoridades californianas de la época. Es decir, la película no representa sino las múltiples líneas que se siguieron en la investigación: la de un periodista, la de una pareja de policías, la de un dibujante de periódicos, etc. Y, como en multitud de casos reales (incluido éste mismo), la trama llega a callejones sin salida, a puntos muertos y a soluciones falsas. De alguna manera, es como la materialización fílmica de esa incertidumbre defendida en El hombre que nunca estuvo allí. Así, tanto el misterio como el suspense se mantienen excelentemente hasta el áspero final. La trama, por tanto, puede llegar a aburrir y a confundir por un exceso deliberado de información. En el plano artístico, Fincher filma una historia minuciosa y obsesiva, de una perfección técnica apabullante, rodada íntegramente en formato digital y con una producción detallista hasta el delirio (aunque no logre evitar varios anacronismos). Por otro lado, la dirección está convenientemente ajustada al magnífico guión, la puesta en escena es sencilla por pulida y, además, todo el film se beneficia de un conjunto de ajustadísimas interpretaciones (especialmente la de Robert Downey y la de Mark Ruffalo). Textura fotográfica similar a la de la época (Todos los hombres del presidente, por ejemplo) y variedad de guiños cinéfilos, implícitos y explícitos, para una historia que ha recibido alabanzas de los profesionales más dispares, como Joon-ho Bong, el director de Memories of Murder (una película que, curiosamente, es de 4 años antes). Por cierto, Silencio de hielo es un buen hijo putativo.




miércoles, 8 de mayo de 2013

Encerrada

2.5*

Rutinario trabajo del maestro John Carpenter, a mitad de camino entre En la boca del miedo y Shutter Island pero sin la intensidad ni los aciertos visuales de ninguna de ellas. Además, tiene algunos elementos de El fin del mundo en 35mm y de Identidad, el thriller de James Mangold. Por todo lo cual, no destaca ni por su originalidad conceptual ni por su personalidad estética. De hecho, el carácter híbrido y empaquetado del producto se nota hasta en la BSO, repleta de cortes estereotipados que van desde la lullaby tétrica hasta los motivos musicales del giallo pasando por varios timbres inspirados en La Cosa. El alucinado guión, por otro lado, obra de los hermanos Rasmussen, acusa no pocos problemas, lagunas e inconexiones aunque momentos puntuales y un par de interpretaciones consiguen mantener la atención del espectador. Sin embargo, como todas las películas de Carpenter, la planificación, la iluminación y el montaje son excelentes (aunque, en este caso, con el condicionante de que todo debía estar circunscrito a los 85’, lo cual disminuye la capacidad atmosférica del film, que no se toma el tiempo adecuado). Como curiosidad, aunque la película está rodada en 35mm, Carpenter no ha usado esta vez su típica Panavisión, sino una Moviecam Compact MK2, con lentes Zeiss.