domingo, 31 de enero de 2016

Mis 5 imprescindibles sobre el mundo del jazz:


-       Música y lágrimas (1954).
-       El ocaso de una estrella (1972).
-       Alrededor de la medianoche (1986).
-       Bird (1988).
-       Acordes y desacuerdos (1999).

Carne viva (Aka Prime Cut)

3*
Desde Chicago, un matón con la voz invernal de Lee Marvin debe viajar a Kansas City para meter en vereda a un ganadero que pretende establecerse por su cuenta, ampliando sus negocios de carne con el tráfico de mujeres y drogas. No por casualidad, el realismo cinematográfico USAmericano elige Chicago, uno de los templos de la industria cárnica, tal y como mostró Upton Sinclair en su salvaje La jungla. Por cierto, dos años antes, Alvin Rakoff también había deslizado una imagen, en la que se compara a la mujer con el comercio de carne, en Hoffman, amor a la inglesa. El film cuenta, con ese aire desaliñado propio de buena parte del cine de género de la irredenta década de los setenta, la labor del matón Nick y de sus ayudantes, que deben castigar al indeseable Gene Hackman y a su hermano (el matarife del negocio), pero, a la vez, también aprovecharán para redimir a una joven Sissy Spacek de su humillante destino. Correctísimas interpretaciones, ritmo certero, un par de escenas soberbias (la del homenaje a Con la muerte en los talones y la del tiroteo en los girasoles), Lalo Schifrin percutiendo la trama, una fotografía grantwoodiana. En fin, una película que haría las delicias de El Bosco y de su carro de heno: hasta tal punto llega el ex televisivo Michael Ritchie en su retrato sociológico, que no deja de mostrar, con varias resonancias cáusticas y venenosas, la naturaleza interesada y despiadada de las personas que viven alrededor del negocio de “la carne”: ese stalag especista, ese “triturador de carne” infinito y maloliente que hemos creado para los animales de granja (y, en otros países, para el resto de animales). Pero Ritchie también muestra otras dos realidades colaterales: la falta de empatía hacia el sufrimiento de otros seres vivos y la hipocresía que hace falta para esconder esta cruel situación.


jueves, 28 de enero de 2016

Outlander

2*

El principal problema de esta película no es la curiosa mezcla de géneros (Sci-Fi, aventuras, monstruos, vikingos, etc.). Ni las mediocres interpretaciones. Ni el casting (un John Hurt que no convence como guerrero noruego; o un Caviezel que tiene la misma mueca mohína que en La delgada línea roja). El principal handicap de este film es el desarrollo de la narración: está repleta de tópicos, de escenas de relleno, de situaciones archi-conocidas, de diálogos acecinados como la alimentación vikinga, de secuencias típicas, de gestos mil y una vez contemplados. Hace falta ser un poco tierno o un poco aprendiz en cuestiones fílmicas para disfrutar con fruición de esta película. Por otro lado, buena parte del supuesto atractivo de la cinta descansa en los FX. Pero éstos tampoco sobresalen en una puesta en escena estandarizada y típica de este tipo de producciones y que, además, tiende al aturdimiento, mediante el uso de los característicos mil y un planos, de la cámara en mano y del hipermontaje (ese montaje ultra rápido que consigue que el espectador no pueda ver realmente qué está sucediendo). Casi en cada plano hay un efecto digital. De hecho, en muchos planos hay una saturación de efectos por ordenador. Y no siempre convincentes. Cuando pasa un caballo por un poblado lacerado, el caballo es digital. Cuando aparece un árbol en medio de una casa vikinga, el árbol es digital. Cuando dos tipos compiten saltando de escudo en escudo, todo es digital. Lo único que hay real en la película, lo único que es de carne y hueso, son los paisajes. Y, bueno, en algunos momentos, los actores. 

Terror y encajes negros

3*

Siempre se ha dicho que Luis Alcoriza es el principal discípulo de Luis Buñuel, un creador que tiene entidad propia pero que siempre estará a la sombra del maestro. Sin embargo, revisando su filmografía, el espectador atento puede advertir que Alcoriza tiene entidad por sí mismo. Ahí están sus obras Tlayucán o Las fuerzas vivas para constatarlo. Es verdad que hay elementos del cine de Buñuel en su obra (especialmente de la comedia negra y de la sátira) pero eso tiene fácil explicación: ambos colaboraron juntos en varios guiones para films del aragonés. Por otro lado, en el cine de Alcoriza aparecen otros elementos novedosos respecto del creador de Los olvidados. En esta ocasión, Alcoriza trama una comedia terrorífica, es decir, una obra mixta, donde el “terror” lo pone un profesor psicopático (Claudio Obregón), obsesionado con las melenas femeninas. Y los “encajes negros” se los pone una hermosa mujer (Maribel Guardia), que está casada con un mexicano extremadamente celoso y posesivo (Gonzalo Vega). Hay un momento en que el espectador sabe que ambos elementos se van a cruzar y vislumbra cuándo y cómo va a producirse. Incluso sospecha el punto sarcástico que Alcoriza va a imprimir al desenlace. Pero lo que no se imagina es la extraña y satírica película de serie B que nos traemos entre manos. Una obra diferente, imprevisible, entretenida, divertida.

sábado, 23 de enero de 2016

Los odiosos ocho (Aka The Hateful Eight)

2.5*

Tarantino recupera la estructura narrativa de Malditos bastardos (una historia contada por capítulos) a la que le añade un flashback (tipo Pulp Fiction) y una voz en off explicativa (narrada por el propio director). Esta es la espina dorsal sobra la que el director ha montado su último film: un decepcionante divertimento, con muchos diálogos insustanciales, faltos de ese ingenio marca de la casa, y con una trama que toma de aquí y de allá (La cosa, Diez negritos, El rebelde y Condenados a vivir) y que se alarga innecesariamente. De hecho, la primera hora se podría haber contado en 20’ y, además, podría haber sido escrita con más inspiración. Desde otro punto de vista, en la versión comercial (de 167’), parece que hay ciertos agujeros, ciertas desconexiones, que se supone estarán corregidas en la versión roadshow de 70mm (y 187’) y en VOS. Por otro lado, el doblaje en castellano es patético. En él, el personaje de Kurt Rusell parece una parodia. Por no hablar del de Tim Roth, que parece una copia de las dos creaciones previas de Christoph Waltz. Sin embargo, sí se pueden comentar aciertos de la 8ª película del autor de Reservoir Dogs. Lo más interesante de la película es, sin duda, la despiadada imagen que presenta de su propio país. Da igual el trabajo que pretendas hacer y lo cerca que estés de la ley: en algún momento de tu pasado has sido un auténtico hijodeputa. Así son los 8 personajes protagonistas: odiosos. Y, por ello, da igual lo que Tarantino les haga sufrir en el film. Como apoyo a esta imagen,  en segundo lugar, tenemos el retrato que Quentin hace del resto de invitados a la función, meros comparsas de una nación que se ha levantado sobre la violencia, la rapiña y la mentira, tal y como el propio Scorsese pretendió mostrar en Gangs of New York (aunque resultara contradictorio con su La edad de la inocencia). En tercer lugar, Ennio Morricone ha prestado cuatro cortes de anteriores partituras suyas, que enriquecen el ritmo de la acción y el suspense de la trama. En cuarto lugar, Tarantino vuelve a guiñar un ojo al pueblo afroamericano, con el que se siente realmente en deuda (tal y como ha mostrado en Jackie Brown, en Django Unchained y en ésta). En fin, la peor producción del director, donde incluso se desaprovecha la fotografía panorámica en ultravisión. Eso sí, los fans más periclitados disfrutarán con los estallidos de violencia, con la sangre borbotónica y con varias escenas políticamente incorrectas.

jueves, 21 de enero de 2016

El castillo de Cagliostro (Aka Lupin III: Castle of Cagliostro)

3.5*

Hayao Miyazaki, uno de los animadores principales de las series Heidi y Marco y el director de Conan el niño de futuro, se estrena con este estupendo largometraje de 1979, realizado antes de abrir su propio estudio, el archiconocido Ghibli. Miyazaki recupera para la pantalla grande un personaje que le dió popularidad a comienzos de los setenta, el simpático y astuto ladrón de guante blanco Lupin (inspirado en la creación de Maurice Leblanc, por supuesto), un caballero galante que, de repente, se encuentra en medio de una entretenida trama de billetes falsificados, una misteriosa princesa llamada Clarissa, un extraño anillo y un Castillo laberíntico, todo lo cual hará las delicias de niños y mayores. Porque esta es una de las principales virtudes del film: que cuenta una historia de forma brillante; que la historia es muy ingeniosa y divertida; y que tiene el suficiente misterio e interés para arrastrar a su interior a cualquier clase de espectador. Además, el ritmo fílmico, la originalidad de la animación así como las constantes y sorprendentes peripecias de la trama aseguran un entretenimiento de calidad para toda la familia. Como sugieren Odell y Le Blanc, El castillo de Cagliostro demuestra que Hayao siempre ha mirado a la vieja Europa a la hora de buscar inspiración para sus obras, a esos grandes clásicos de aventuras, tanto de la literatura (la obra de Leblanc o la de Conan Doyle) como del cine (The French Connection, Atrapa a un ladrón, El hombre mosca), o del comic (Blake y Mortimer en especial) y que, además, poco a poco, ha ido construyendo un elaboradísimo mundo fantástico propio, con elementos ecologistas y steampunk. Una historia maravillosa, entretenidísima, emocionante y muy, muy divertida. Lo de menos es que Spielberg la considerara una de las mejores películas de aventuras de la historia.

martes, 19 de enero de 2016

Anónimo veneciano (Aka Anonimo veneziano)

3.5*

Ópera prima del gran Enrico María Salerno, como director, que pone en escena una melancólica variación sobre la pasión, el cariño y el desamor humanos, en la línea de Dos en la carretera y de Love Story. En pleno proceso de divorcio, un músico veneciano manda llamar a su todavía esposa para intentar cicatrizar unas cuestiones de pareja. Juntos, durante un día, recorrerán la ciudad de los canales, recordando su pasado común y digiriendo su agonizante presente, distanciados como personas pero unidos como amantes. Thomas Mann ha escrito en La muerte en Venecia que “para que cualquier creación espiritual produzca rápidamente una impresión extraña y profunda, es preciso que exista secreto parentesco y hasta identidad entre el carácter personal del autor y el carácter general de su generación”. Pues bien, Salerno consigue atrapar el espíritu de la irredenta década de los setenta con esta hermosa y triste elegía sobre el más misterioso tema universal: el amor. Pero también sobre la muerte. La fotografía herrumbrosa de Marcello Gatti, la música pesarosa de Cipriani y el concierto para oboe y orquesta del diletante Alessandro Marcello y, en fin, la sofisticación de los diálogos y de los juegos semánticos del film, transforman el visionado de esta obra en una experiencia auténticamente catártica, de manera especial para todos aquellos espectadores que hayan amado y hayan perdido ese amor. Salerno volvería a buscar el éxito que consiguió con esta película con sus siguientes producciones tras la cámara, El último adiós en Londres y Eutanasia de un amor.

El largo viernes santo (Aka The Long Good Friday)

3.5*

Casi 20 años antes de que Guy Ritchie destapara el underworld londinense, John Mackenzie estrenaba este excelente thriller sobre el hampa inglesa. Justo a punto de cerrar un negocio multimillonario con un mafioso americano (Eddie Constantine), la empresa del cockney Harold Shand (Bob Hoskins) sufre una serie de atentados en su propio terreno y durante el viernes santo. Harold tendrá menos de 24 horas para averiguar qué está pasando y quién le está traicionando. La estructura narrativa que utiliza el director ha sido usada en más de una ocasión en esta clase de films. Al comienzo de la película, una serie de aparentemente gratuitas e inconexas escenas pueden dar la pista de lo que ocurrirá durante toda la trama pero es la forma hiperrealista con la que Mackenzie cuenta la historia lo que realmente vale la pena (en la línea de su previa A Sense of Freedom): el pulso rítmico, la planificación de la mayoría de las secuencias (hay una, en un matadero, muy original), el sobrio e inteligente guión, un par de escenas realmente contundentes (la de la botella y la de las carreras de coches), el seco final, los convincentes diálogos, todo ayuda a componer una grandiosa y poco conocida película de intriga, gángsters y terrorismo. Por su parte, Bob Hoskins, un típico bulldog inglés, compone, de forma muy convincente, un antihéroe despiadado pero vulnerable mientras que Helen Mirren no solamente le pone su atractivo rostro a su personaje (la novia y mano derecha de Harold), sino que también le pone su cuerpo y su alma, bordando, así, una de sus más interesantes creaciones. Probablemente, la obra maestra de su autor, junto con Unman, Wittering and Zigo.

viernes, 15 de enero de 2016

Mis 5 imprescindibles de Patricia Arquette:


-       Pretty Smart (1987).
-       Amor a quemarropa (1994).
-       Más allá de Rangún (1995).
-       Human Nature (2001).
-       Boyhood (2014).

El guerrero rojo (Aka Red Sonja)

2*

Tricuela de la maravillosa Conan, el Bárbaro y triquiñuela exploitation de un Richard Fleischer, en horas muy bajas, para prolongar el filón Cimerio (tras su también mediocre, aunque tolerable, Conan, el destructor) y, de paso, para reflotar su propia carrera. Archie cumple con su No papel y la ex mujer del ex marido de Sasha Czack hace lo que puede para que no se le note demasiado que es más modelo que actriz. Bueno, modelo tampoco fue mucho, aunque apareciera en Playboy. En fin, un subproducto ochentero, todo muy teatralizado y muy subrayado, con una ambientación Sword & Sorcery de alquiler, con una historia que roza el paroxismo (¿mantener la virginidad en la era Hiboria?) y sus consabidas brujas, guerreros y talismanes. Ni siquiera la BSO del grandísimo Morricone consigue destacar por nada especial: más bien, parece calcar las partituras habituales en esta clase de producciones. Por cierto, el espectador devoto está todavía a la espera de una buena adaptación de las historias de Bellit, “la reina de la costa negra”, el auténtico amor del futuro rey de Aquilonia.

Un hacha para la luna de miel (Aka Hatchet for the Honeymoon)

2.5*

Giallo atípico dentro de la filmografía del gran Mario Bava. Sin embargo destaca por algunas arriesgadas propuestas. Por ejemplo, el asesino es conocido desde el principio, ya que se presenta como tal mediante la voz en off, por lo que Bava sustituye el misterio del whodunit (típico de este género), por el de whydunit, que se resuelve en clave edípica y, por tanto, psicoanalítica (lo que es también un elemento recurrente del género). Además, Bava parece recuperar los motivos estéticos y éticos de su clásico Seis mujeres para el asesino, situando toda la trama en una casa de modas. Por otro lado, Bava se auto homenajea mediante la inclusión de una cita textual de su Las tres caras del miedo, una cita que, por cierto, no es nada gratuita. La realización, por su parte, arrastra casi todos los rasgos del estilo de la época (grandes angulares, rápidos movimientos de cámara, enfoques y desenfoques, zooms, primeros planos, etc.). La interpretación tampoco es particularmente destacable aunque conviene resaltar la presencia del actor español Jesús Puente, que se dobla a sí mismo. En fin, un film simpático aunque algo confuso e, incluso, algo tramposo por lo que está muy alejado de las cotas que alcanzó su admirado autor. Y, de hecho, cuando uno elige un thriller amarillento, lo que quiere es asustarse intentando averiguar un misterio criminal. Esta película no ofrece ni lo uno ni lo otro. Sin embargo, sí que ha ofrecido decenas de detalles para esa recuperación esteticista que, del género, están llevando a cabo Cattet y Forzani, especialmente en Amer aunque también en El extraño color de las lagrimas de tu cuerpo.

martes, 12 de enero de 2016

El cónsul de Sodoma

3*

Jaime Gil de Biedma es una figura apasionante: un hombre de letras insustituible, un ensayista seductor, un gran poeta, un vividor, un burgués “divino” pero “con conciencia de lunes” y con grandes contactos con el capitalismo familiar, un mejor diarista, un hombre que vivió su tiempo y que sufrió su época. En 2008-2009, uno de los productores más versátiles del cine español, Andrés Vicente Gómez, dió luz verde a un antiguo proyecto biográfico y le cedió el control a Sigfrid Monleón, un director con la suficiente empatía simpática y lo suficientemente implicado con la vida y la obra del protagonista y con la historia que necesitaba el personaje, sin censura y sin autocensura. Se ha hablado mucho sobre las escenas explícitas de sexo de la película, un rasgo típico de la recepción superficial y paleta de unos determinados medios de comunicación y, quizás, de un país hipócritamente remilgado. Lo mismo le pasó, por cierto, al gran Eloy de la Iglesia. En todo caso, es la España franquista así como la poesía, curiosamente, los dos protagonistas absolutos del film. Y, bueno, también el propio Jaime: ese Jordi Mollá que, una vez más, vuelve a situar a la “farándula española” en cotas de admirable entrega y profesionalidad. Una película fiel a los diarios del poeta, informada por la propia experiencia de sus guionistas y por el documentado retrato de Dalmau. En definitiva, una maravilla visual, con ciertos arreglos de puesta en escena nada típicos en esta clase de cine que no es comedia, que no es drama, que no es invención, que no es mainstream. Es un espejo, imperfecto, pequeño, parcial, puesto enfrente de la vida. De una vida, por lo menos. La de Jaime Gil de Biedma.

lunes, 11 de enero de 2016

Malone

2*

En De profesión duro, Patrick Swayze es un gorila de discotecas country que ha de enfrentarse con un potentado local que tiene a todo un pueblo en su mano. Este esquema es tan típico que se han hecho cientos de películas sobre él. Como este film de Harley Cokeliss sobre un ex agente de la CIA que quiere dejar el servicio secreto para jubilarse tranquilamente en el campo. Al estropearse su Ford Mustang del 69, conoce a un humilde mecánico y a su hija, habitantes de un valle de Oregón que es dirigido con puño de hierro por un enigmático líder semi fascista. Un Burt Reynolds ya entradito en años, luciendo panzita cincuentona y bigote teñido ha de plantar cara a un oscuro personaje con extraños objetivos políticos. Y, además, ha de retozar con su magnética compañera y casi casi con la hija del mecánico. Si en la historia de Swayze el potentado local era Ben Gazzara, en ésta es nada menos que Cliff Robertson, en un personaje que recuerda un poco al que ofrecería en el 2013: rescate en L.A. de John Carpenter. Pero aquí no acaban las coincidencias: el director de Carthage había trabajado con Cokeliss en la estupenda Luna negra. Nada más que subrayar salvo, quizás, la presencia de Lauren Hutton. Y es que estamos ante una obra mediocre y nada original, con una puesta en escena rutinaria y unas interpretaciones cuasi televisivas.