martes, 12 de enero de 2016

El cónsul de Sodoma

3*

Jaime Gil de Biedma es una figura apasionante: un hombre de letras insustituible, un ensayista seductor, un gran poeta, un vividor, un burgués “divino” pero “con conciencia de lunes” y con grandes contactos con el capitalismo familiar, un mejor diarista, un hombre que vivió su tiempo y que sufrió su época. En 2008-2009, uno de los productores más versátiles del cine español, Andrés Vicente Gómez, dió luz verde a un antiguo proyecto biográfico y le cedió el control a Sigfrid Monleón, un director con la suficiente empatía simpática y lo suficientemente implicado con la vida y la obra del protagonista y con la historia que necesitaba el personaje, sin censura y sin autocensura. Se ha hablado mucho sobre las escenas explícitas de sexo de la película, un rasgo típico de la recepción superficial y paleta de unos determinados medios de comunicación y, quizás, de un país hipócritamente remilgado. Lo mismo le pasó, por cierto, al gran Eloy de la Iglesia. En todo caso, es la España franquista así como la poesía, curiosamente, los dos protagonistas absolutos del film. Y, bueno, también el propio Jaime: ese Jordi Mollá que, una vez más, vuelve a situar a la “farándula española” en cotas de admirable entrega y profesionalidad. Una película fiel a los diarios del poeta, informada por la propia experiencia de sus guionistas y por el documentado retrato de Dalmau. En definitiva, una maravilla visual, con ciertos arreglos de puesta en escena nada típicos en esta clase de cine que no es comedia, que no es drama, que no es invención, que no es mainstream. Es un espejo, imperfecto, pequeño, parcial, puesto enfrente de la vida. De una vida, por lo menos. La de Jaime Gil de Biedma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario