lunes, 11 de enero de 2016

Malone

2*

En De profesión duro, Patrick Swayze es un gorila de discotecas country que ha de enfrentarse con un potentado local que tiene a todo un pueblo en su mano. Este esquema es tan típico que se han hecho cientos de películas sobre él. Como este film de Harley Cokeliss sobre un ex agente de la CIA que quiere dejar el servicio secreto para jubilarse tranquilamente en el campo. Al estropearse su Ford Mustang del 69, conoce a un humilde mecánico y a su hija, habitantes de un valle de Oregón que es dirigido con puño de hierro por un enigmático líder semi fascista. Un Burt Reynolds ya entradito en años, luciendo panzita cincuentona y bigote teñido ha de plantar cara a un oscuro personaje con extraños objetivos políticos. Y, además, ha de retozar con su magnética compañera y casi casi con la hija del mecánico. Si en la historia de Swayze el potentado local era Ben Gazzara, en ésta es nada menos que Cliff Robertson, en un personaje que recuerda un poco al que ofrecería en el 2013: rescate en L.A. de John Carpenter. Pero aquí no acaban las coincidencias: el director de Carthage había trabajado con Cokeliss en la estupenda Luna negra. Nada más que subrayar salvo, quizás, la presencia de Lauren Hutton. Y es que estamos ante una obra mediocre y nada original, con una puesta en escena rutinaria y unas interpretaciones cuasi televisivas.

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