lunes, 13 de junio de 2016

Man to Man

2*

Cioran escribió que la razón “es una puta que sobrevive mediante la simulación, la versatilidad y la desvergüenza”. Y la ciencia, hija predilecta de la razón, es el ejemplo perfecto. Durante siglos, y también en la actualidad, la ciencia ha tenido que esconder las vergüenzas de sus acciones. La ciencia es una actividad (y una disciplina) que ha caído, a menudo, en el distanciamiento inhumano y en una falta de empatía repleta de crueldad. Buena parte de los científicos de los últimos doscientos años han metido la pata hasta las trancas, dejando en ridículo a la comunidad científica. Eso lo sabe casi cualquier ciudadano medianamente informado. Es decir, que no lo sabe todo el mundo, debido a esa mitificación cuasi primitivista con la que tratamos a la ciencia, amiga del progreso y aliada de la distopia. En todo caso, el film es uno de esos ejemplos bienintencionados que se propone denunciar la ignorancia de tiempos pasados, mostrando la normalidad con la que se desenvuelve la crueldad frente a lo desconocido, que normalmente se identifica con los más débiles (razas, animales, culturas, etc.). Sin embargo, las interpretaciones, varias situaciones y muchos diálogos no son del todo convincentes, así como el desarrollo estereotipado y parcial de la sociedad en la que está ambientada la historia. La buena intención de origen se transforma, así, en una película plana y sensiblera, como ha resumido acertadamente Carlos Boyero. De todas formas, es un ejemplo palmario de la estulticia humana, que no tiene edad y que se agazapa en cualquier tipo de personas, sean pobres o ricas, estén formadas o sean totalmente analfabetas. Y, como ejemplo, podría servir adecuadamente en la enseñanza obligatoria de las sociedades de masas en las que vivimos. Pero seguro que está película, con todos sus defectos, no llega a las aulas.

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