El desclasado detective James McParlan (Richard
Harris) se infiltra en un pueblo minero de Pennsylvania para descabezar una
organización que boicotea la cadena de produción de una empresa de la zona.
Harto de ir por el país sin dinero en el bolsillo y con el orgullo de un lumpenproletariat, decide ponerse del
lado de los aparatos represivos del estado, como los llamaba Althusser, para
ganarse la confianza de los cabecillas de la organización y entregarlos a la
policía. Martin Ritt, que tuvo que sufrir las consecuencias profesionales de la
caza de brujas (como el guionista), pergeña una metáfora sobre el MacCarthysmo que es, en general,
una metáfora sobre una concepción de la sociedad que contrasta lo que dice (la
moral cristiana) y lo que hace (las necesidades del capitalismo), es decir,
entre lo que está bien para muchos y lo que está bien solo para unos pocos.
Ritt retrata con elegancia las condiciones de vida y las actividades
clandestinas de los Inverness y,
subsidiariamente, de los Molly Maguires,
una organización secreta de irlandeses que lucharon por lo que Kevin Kenney ha llamado una “rough justice”. Para ello, se enfrentaron a las miserables y
explotadoras condiciones laborales de finales del siglo XIX, en una USAmérica
en plena expansión industrial, mediante luchas y boicots. No hay heroismo ni
romanticismo alguno, solamente descripción, especialmente de todas las formas
de violencia que arrinconan las vidas de los personajes. En este sentido, es
una gozada la miriada de pequeños detalles que salpican la película,
contrastando la humildad en la que viven la inmensa mayoría de los protagonistas del film con la riqueza
y opulencia de los poderes fácticos. Y lo hace sin ningún subrayado, solamente
con una inteligente puesta en escena, a base de una serie de encuadres y de
movimientos de cámara que retratan con sutileza las vidas y las ideas. Es,
en definitiva, un magnífico retrato de la dura vida de los mineros, tanto dentro
como fuera de la mina, y, también una alegato por la justicia social, como hizo
la expléndida Matewan o la seminal Qué verde era mi valle. A destacar el
magnífico trabajo tras la cámara del veterano James Wong Howe, así como del
resto del reparto (un casi principiante Sean Connery, Samantha Eggar, Anthony
Zerbe y Frank Finlay).
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