sábado, 4 de julio de 2015

Celda 211

3.5*

El ex-crítico fotogramático Daniel Monzón, tras su estimable El corazón del guerrero y sus semi decepcionantes La caja Kovak y El robo más grande jamás contado, vuelve a la pantalla grande por todo lo grande, valga la redundancia. En este caso, elabora un thriller complejo, con un motín carcelario como leitmotiv principal pero donde también hay espacio para una crítica del estamento político y policial, con los de la ETA de por medio. Con un guión muy bien hilvanadoy desarrollado, que juega a las mil maravillas con el tempo y con el suspense narrativos, Monzón elabora un drama fatal que comienza abriéndose las venas y que se las deja abiertas, al final, con un estilo muy pulido y un montaje casi perfecto (aunque a veces algo tramposo), si bien deja todo el peso del film a una cuadrilla de actores en estado de gracia. En este sentido, hay que destacar el estratosférico trabajo de Luis Tosar, Carlos Bardem y Luis Zahera. Alberto Ammann, por su parte, consigue codearse con estos grandes papeles con suficiente convencimiento aunque sin destacar. Y Antonio Resines, como el Henry Fonda de Leone, muestra su lado más perverso e hijoputista. Lo cual sorprende, convence y recuerda que el espectador aun no lo ha visto todo. Manuel Morón, por su parte, con una pose susurrante y comedida, subraya la naturaleza chaquetera e hipócrita de su personaje pero no convence del todo. Cosa que sí hace “el tachuela”, con la cara, el cuerpo, los gestos y la voz de Vicente Romero. Uno de los mayores éxitos del cine español reciente, respetado por la crítica y admirado por el público.
 

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