sábado, 6 de octubre de 2012

Un cadáver a los postres

3.5*

Cinco famosos detectives son invitados por un tal Lionel Twain a su estrambótica mansión para resolver un misterioso asesinato. Robert Moore dirige y Neil Simon escribe esta divertida parodia que aprovecha estereotipos sobradamente conocidos (de Dashiell Hammett y Agatha Christie, por ejemplo) para exprimirlos en un formato muy popular en los década de los setenta: reunir varios actores famosos en un único lugar para que tengan que resolver un misterio, habitualmente un asesinato, con el móvil de la vanidad, el dinero o la venganza de por medio (como en Diez negritosAsesinato en el Orient Express o esa obra maestra que es La huella). El argumento está aderezado con rompecabezas, trucos y juegos de identidad además de inteligentes diálogos y juegos de palabras, que no hacen sino divertir y entretener con una sofisticada meta reflexión sobre el género detectivesco y policial. Los actores, encabezados por un espectacular Alec Guiness, adornan la función con excelentes caracterizaciones, particularmente simpáticas las de Peter Sellers y la del anfitrión, interpretado por el escritor de la voz particular, Truman Capote. Una película de variadas resonancias cinematográficas, resonancias que van desde La cena de los acusados, de W.S. Van Dyke, hasta Cluedo (El juego de la sospecha), pasando por House on Haunted Hill o la desconocida La casa número 11, de Aram Avakian. El director probaría suerte dos años después con otra parodía detectivesca, ambienta en el San Francisco de los años cuarenta, El detective barato.









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