lunes, 12 de noviembre de 2012

La parada de los monstruos (Freaks)

4.5*

En 1961, Luís Buñuel estrenó Viridiana. En la segunda parte de la película, un grupo de desheredados conviven con Silvia Pinal en casa de su tio, Fernando Rey, recientemente fallecido. Entre ese grupo hay todo tipo de espantos morales y estéticos, lo que produce atracción y repulsión en los espectadores. Casi treinta años antes, Tod Browning, el director de ese clásico seminal del cine de terror que es Drácula, se atrevió a rodar una historia de amores, despechos y venganzas en los márgenes de lo que se considera la normalidad ético-estética: en un circo repleto de freaks, seres “monstruosos” que malviven ofreciendo a la contemplación de un público morboso sus crueles deformidades. En el primer caso, las consecuencias negativas de la anormalidad física son el producto de su condición económica. Por eso, se puede recordar la afirmación de Oscar Wilde, que escribía en The Soul of Man under Socialism que es grotesque and insulting recomendar sobriedad al pobre. Por otra parte, en ambos casos, la condición moral de sus personajes no es muy distinta a la de los personajes más pudientes, lo que parece querer decir que la normalidad es simple producto de la apariencia, la convención y el control de la diferencia. En el caso de Freaks, se subraya la prepotencia y crueldad de quienes se ven normales por fuera pero no se percatan de su anormalidad interior. El mensaje es tan poderoso que Tod Browning transforma Freaks en una película extraordinaria, tanto en el plano técnico-artístico como en el puramente narrativo. Incluso en el moral. De hecho, siguiendo su rastro a lo largo de las décadas, algunos grupos musicales han utilizado el comienzo de la BSO original para incluirlo en alguno de sus temas. Es el caso, por ejemplo de Marillion y su Separated Out. En definitica, una obra maestra, rodada con elementos del film anterior Garras humanas y que ya querría para sí el provocador oficial de Hollywood, el habitualmente decepcionante Tim Burton.




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