jueves, 8 de noviembre de 2012

Prometheus

3*
Dedicada a Aitor Bolaños
En el año 2089, unos arqueólogs descubren restos de varias culturas antiguas que señalan la presencia inmemorial de seres extraterrestres en la tierra. Cuatro años después, siguiendo unas antiquísimas pero precisas indicaciones astronómicas, una expedición millonaria (la nave Prometheus) transporta a un equipo científico al lugar desde el que se supone que podrían provenir dichos extraterrestres. Detrás de la expedición se encuentra un magalomaníaco empresario que se niega a aceptar su final. Con una mezcla de elementos extraídos de Alien Vs. Predator, Blade Runner y Alien y varios toques de Shakespeare, Freud, Lovecraft y Von Däniken, Ridley Scott presenta el episodio cero de la serie Alien con la intención de explicar algunos cabos que dejaba sueltos la primera de las películas de la saga (especialmente sobre los Space Jockeys). Por eso, los guiños al film de 1979 son constantes (aunque también a otros capítulos de la tetralogía). El resultado es soberbio en su primera hora porque consigue crear una conseguida atmósfera de suspense y de terror, en el marco de una aventura espacial. De hecho, como historia de Sci-Fi, resulta rotunda. Sin embargo, su segunda hora se pierde en demasiados vericuetos y errores, el montaje es rapidísimo y se difumina tanto a los personajes como al argumento a costa de la pura acción. Además, confunde al espectador con demasiada informacion. Por eso, en general, el principal problema de esta película es su falta de cadencia y tensión, debido al error de querer contar demasiadas cosas en tan poco tiempo (y de contarlas mal), sacrificando un desarrollo dramático más cuidado y elaborado, algo que no le ocurría a Alien. El guión bascula entre la ciencia, el darwinismo intergaláctico, la mitología clásica y la religión en un todo impreciso y no del todo congruente en el que, los tiempos mandan, prima el ingrediente genético. Visualmente, la película es magnífica, kubrickiana, y los diseños de Giger contribuyen a su riqueza y espectacularidad. No obstante, aunque los efectos visuales sean extraordinarios, en algunos momentos no consiguen estar a la altura de la producción. Para terminar, los personajes no son lo mejor de la historia. Tampoco los diálogos. Ni siquiera el androide David, esa especie de Demiurgo interpretado por un Michael Fassbender un tanto pagado de sí mismo.




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