Es una lástima (por no decir una vergüenza) la enorme
cantidad de películas que retratan la guerra como un fenómeno donde ocurren
cosas honorables. La guerra es irracional, salvaje, movida por intereses mezquinos y muy cruel. Y
esconder esta realidad solo se puede deber a una toma de postura ideológica, extremadamente
conservadora, que tiende a perpetuar los valores implícitos en la forma de vida
castrense y en sus falsos, hipócritas y contradictorios idealismos. En este caso, Beresford
afila su cámara para denunciar todos estos aspectos sin complacencias ni
coartadas y para componer un lamento, violento y desangrado, sobre cómo la
guerra cambia a las personas, tal y como explica Craig Wilcox en Making Film and Television Histories:
Australia and New Zealand. En definitiva, un thriller judicial, salpicado de escenas costumbristas de la vida en
campaña y de la guerra de guerrillas, basado en un caso verídico que, a la
postre, acaba resultando un poderoso alegato antibelicista y antimilitarista. Los
retazos de la trama pueden rastearse en películas como Senderos de gloria, El caso
Winslow, Motín del Caine o El sargento negro, con los que comparte
intenciones y resultados, aunque la relación más evidente sería con la obra
coetánea de Peter Weir, Gallipoli. El
trabajo de Bruce Beresford con la puesta en escena, variada pero no recargada,
así como el excelente y nada complaciente guión, elevan a este film como uno de los más elaborados de
toda la carrera del director australiano.
la apunto para verla, gracias
ResponderEliminartiene buena pinta
Gracias a ti, Anónimo! Espero que la disfrutes.
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