jueves, 30 de enero de 2014

Estado de sitio

3.5*

El especialista en seguridad Philip Michael Santore (Yves Montand) y el cónsul Brasileño en Uruguay son secuestrados por una organización revolucionaria mientras reina el estado de excepción en el país, gobernado con mano férrea por una dictadura militar ultraconservadora y neoliberal. En los interrogatorios, se va desenredando la madeja de la conspiración contra la democracia en Centro América y el Cono Sur. Una conspiración que la opinión pública está conociendo en toda su siniestra extensión, en parte, gracias a los papeles que se han desclasificado sobre la intervención económico-militar USAmericana en América Latina. Constantin Costa-Gavras vuelve al cine político que le ha hecho famoso, con un estilo seco y cuasi documental y alejado de pomposidades, ambigüedades y subterfugios artísticos. Y lo hace, además, con un efectivo montaje y un inteligente uso del thriller, en el que se tienen en cuenta todos los topoi propios de la trama histórica que intenta retratar (los golpes de estado dirigidos por militares; la ausencia de libertades y el derrocamiento de gobiernos democráticos; la extensión de la violencia, la represión y la censura; la academia Internacional de Policia de Washington; la Academia de las Américas; la CIA y el FBI; el papel represivo de la policia y de fuerzas paramilitares como los escuadrones de la muerte; la extensión de la tortura como método habitual e indiscriminado de terror; las asociaciones de defensa del progreso y el librecambio; el papel de la izquierda y de los movimientos de liberación nacional como contrapesos políticos y militares; etc.). Una película que ilumina, entretiene y denuncia. El film es de 1973 y representa acciones llevadas a cabo en Brasil, Santo Domingo y Uruguay. Ese mismo año, comenzaría el golpe de estado en Chile. Tres años más tarde, en 1976, toda esta realidad se extendería a la Argentina. La historia termina con un llamamiento a que vigilemos a las élites codiciosas, egoístas y crueles, una vigilancia que no se dirige al espacio exterior, como en El enigma de otro mundo, sino a nuestro interior, a nuestra propia sociedad.


 

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