miércoles, 29 de enero de 2014

Horizontes perdidos (Aka Lost Horizon)

4*

En su autobiografía, James G. Ballard cuenta cómo vivió la invasión japonesa de China cuando era un crío, y cómo los europeos tuvieron que regresar a Europa o vivir en la colonia internacional de Shanghai. Esta semi desconocida obra maestra de Frank Capra comienza, precisamente, cuando un grupo de USAmericanos e ingleses deben regresar a Londres tras el estallido de la violencia en Basull, en la guerra chino-japonesa. El avión en el que pretenden regresar a Shanghai viaja en sentido contrario y se estrella en medio de unas enormes montañas nevadas, probablemente los Himalayas. Creyéndose perdidos, sin embargo, un grupo de personas les encuentran y les llevan a un valle olvidado entre las cumbres. Un lugar desconocido por la humanidad donde se lleva una vida humilde, “moderada” y amable, rodeados de salud, belleza y felicidad. Y, sobre todo, se lleva una vida con mucho sentido y espiritualidad (justo lo que buscada Tyrone Power en El filo de la navaja). Es Shangri-La, una metáfora del paraíso en la tierra, imaginada por millones de seres humanos a lo largo de la historia pero materializada para la pantalla por James Hilton y Robert Riskin. El film, dirigido con elegancia por el Capra genial de la década de los treinta y con una dirección artística asombrosa, llena los pulmones de un aire fresco y sano y te obliga a mantener constantemente una sonrisa en la cara. Una sonrisa de goce y bienestar cuya BSO es una partitura excepcional de Dimitri Tiomkin. Existe una versión restaurada y remasterizada, de más de dos horas y con una soundtrack más larga que la pista de video. Esta es la versión que hay que saborear. Como curiosidad, la low-budget (pero apasionante) novena entrega de la serie Star Trek para pantalla grande, Insurrección, es una adaptación de esta misma historia.


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