martes, 14 de enero de 2014

Marcado para matar (Aka Branded to Kill)

3.5*

Como el mejor cine negro de Akira Kurosawa (clásico en su concepción y desarrollo) o el contestatario de Koji Wakamatsu (vanguardista en todos los planos), el cine de Seijun Suzuki destila violencia, ambición y bajos fondos por los cuatro costados. En este caso, Suzuki cuenta una historia que podría haber narrado Jean-Pierre Melville: un asesino a sueldo, el Número 3, se dedica a asesinar a diestro y siniestro, con la compañía de un colega taxista y de su propia mujer. Pero habrá un momento en que se cruce en su vida el Número 1, que pretende eliminarle. Rodada en la versión nipona del Cinemascope y en un poderoso B&W, la ejecución plástica del film es de una originalidad aplastante, aunque en el marco de las innovaciones narrativas de los sesenta (es decir, en el marco de la Nouvelle Vague, por ejemplo), sus logros aparecen un tanto relajados (y más si los comparamos con los de películas como La dama de Shanghai): narración sincrónica y a menudo abrupta, un amplio mosaico de encuadres sorprendentes y heterogéneos, una concepción de la escena claramente experimental, espectaculares movimientos de cámara à la Godard, un diseño global muy avant garde, etc. En todo caso, el surrealismo, su sofisticada concepción del erotismo y una sorprendente dirección artística (obra de Takeo Kimura) siguen apareciendo como los rasgos más característicos del estilo fílmico del director, especialmente presentes en esta película. Un director, por cierto, al que han rendido pleitesía autores que van desde Takeshi Kitano hasta Jim Jarmusch y Wong Kar-Wai. En todo caso, conviene señalar que en el Japón de la época, Suzuki no era un artista solitario. Su cine convivía con la bizarra cinematografía de Teruo Ishii (Horror of a Deformed Man) y, un poco después, con la provocativa y surrealista de Shuji Terayama (Pastoral: To Die In the Country). En todo caso, hay obras anteriores de Suzuki que no son tan arriesgadas formalmente como ésta (por ejemplo, Youth of the Beast). Por cierto, el propio Suzuki realizó una especie de auto remake posterior en El baile de los sicarios.

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