viernes, 13 de junio de 2014

La naranja mecánica

3*

Junto con sus tres compinches, Alex (Malcom MacDowell), un malhechor juvenil, que disfruta de una adolescencia disoluta y consentida, se dedica a administrar hiper violencia gratuita a víctimas inocentes, incluyendo agresiones sexuales. Atrapado por la policía a causa de la traición de sus secuaces, Alex es recluido en una prisión estatal donde se la aplicará una técnica especial para reformar delincuentes, basada en los reflejos condicionados. Dicha técnica consiste en asociar imágenes violentas a efectos físicos desagradables, producidos por una droga, con lo que su falta de empatía hacia el dolor ajeno se convierte en repulsión ante la violencia y el sexo y, secundariamente, ante la 9ª Sinfonía de Beethoven (sic). Una vez reinsertado en la sociedad (en una especie de Inglaterra futurista, kitsch y ultraconservadora), el victimario será objeto de toda suerte de humillaciones y vejaciones, tanto por sus víctimas anteriores como por sus antiguos camaradas, ahora policías, mostrándose, así, una especie de reflexión circular sobre el origen y las consecuencias de la violencia que es, en el fondo, una reflexión sobre la libertad y la responsabilidad. Una fábula distópica y moral, rodada con los habituales recursos estéticos, narrativos y técnicos del Kubrick de la época (Barry Lyndon y 2001: una odisea del espacio, en especial) que, como adaptación de la novela de Burgess, es un tanto discutible, aunque ha demostrado ser una buena excusa para la fabricación de camisetas y otros gadgets supuestamente contraculturales, además de una vergonzosa influencia para una parte importante de la cinematografía contemporánea. En definitiva, un film tan esteticista como superficial.


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