martes, 14 de abril de 2015

Han cambiado de cara (Aka ...hanno cambiato faccia)

3*

El camino de las adaptaciones es tortuoso. De la maravillosa obra maestra de Bram Stoker se han realizado todo tipo de versiones (desde el Nosferatu de Murneau hasta Nosferatu en Venecia) pero, sin duda, esta es una de las más extrañas y asombrosas. Corrado Farina, escenógrafo, escritor y director de cine italiano, originario de la alta burguesía savoya, da forma a una alegoría sobre el capitalismo y la tecnología a partir de la premisa de que los mitos no mueren, solo se transforman. Así, la figura gótica del vampiro se convierte en un gran propietario de medios de producción y de distribución de bienes y servicios que sigue chupando la sangre a sus pobres víctimas, en este caso literal y metafóricamente hablando, con la ayuda de la casta en el poder. De hecho, ese gran propietario se llama Giovanni Nosferatu, nada menos. La excusa argumental que dirige toda la trama gira en torno a un ingeniero de una compañía química, Alberto Valle, que es invitado por el dueño de un conglomerado de empresas (Adolfo Celi), a su siniestra mansión de campo, para recibir una propuesta de ascenso. El film es una de esas rarezas propias de la irredenta década de los setenta, de una gran fuerza simbólica y de denuncia, y resulta curioso que esté tan olvidada dentro del panorama cinematográfico actual. Por otro lado, la dirección se ve algo lastrada por modas visuales coyunturales y a la trama, claramente, le sobran algunas secuencias (como la de la partida de golf y la de los anuncios en blanco y negro). En todo caso, una película a reivindicar, por su enorme poderío crítico, tanto frente al status quo como frente a las fibras de lo convencional, la sumisión y la normalización sobre las que se sostiene. 



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