Como en
An American Tragedy, de Dreiser,
Minelli rueda la historia de un arribista, David Hirsch (Sinatra), un escritor
medio fracasado que acaba de regresar de la Segunda Guerra Mundial a su pueblo
natal, en busca de sus orígenes pero también de un futuro viable. Excelente
melodrama de finales de los cincuenta, dirigido con esa rara mezcla de compacta
narración, poderosa puesta en escena y perspicaz profundidad psicológica,
propia de buena parte de la obra de Vicente Minnelli. Radiografía de una parte
de la sociedad USAmericana, concretamente de los intersticios y los contactos
entre las clases medias y las clases trabajadoras, representadas por Arthur
Kennedy y su hermano Frank Sinatra, así como por Martha Hyer y Shirley
MacLaine, respectivamente, rodeados por un outsider
(Dean Martin), que es el único personaje que consigue mantener su coherencia
durante todo el metraje,. Comparable a los mejores logros de Douglas Sirk en el
género, tanto en el análisis de los valores y de la moralidad de cada tipo
social, como en la disección de las necesidades y de las pasiones humanas. En
est sentido, Minelli cumple a la perfección con ese apotegma de Italo Calvino
que asegura que el artista ha de tener un compromiso “cívico y político” con la
sociedad que le sustenta, como ser humano y como creador. Por otra parte, la
película explora con mayor contundencia que Sirk el uso del color, los
movimientos de cámara (especialmente en los travellings),
los encuadres expresivos y la composición de las escenas según los estados de
ánimo que sugieren las tonalidades. Pinceladas intelectuales aquí y allá para
un film que acaba, abruptamente, [spoiler] con
el más injusto de los cierres.
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