lunes, 15 de febrero de 2016

Lejos del cielo (Aka Far from Heaven)

2.5*

Todd Haynes es uno de los directores más admirados del Hollywood postmoderno. Pero igual no es admirado por sus cualidades personales sino por haber conseguido resucitar una forma de hacer cine que hunde sus raíces en los white upper-class melodramas, clasistas y coloreados, del gran Douglas Sirk. De hecho, esta película, unánimemente aplaudida en todo el mundo no es sino una recreación de Solo el cielo lo sabe, el enorme canto a la libertad de Jane Wyman y Rock Hudson (incluso los títulos de crédito y el movimiento de grúa inicial son un calco del original). Sin embargo, Haynes ha sustituido el problema de fondo del film anterior por dos tabúes de la época: una reflexión sobre la discriminación del homosexual así como sobre los padecimientos sociales del pueblo Afroamericano, en ese American Way of Life quimérico y parcial de los cincuenta pero que ha seguido inspirando al pueblo USAmericano en su búsqueda de la felicidad. Por lo demás, la película es rutinaria y previsible en el desarrollo de la trama, repletita de lugares comunes y de situaciones mil y una vez vistas. Por ello, quizás, no consigue producir una emoción honesta y sincera en el espectador, por mucho que Julianne Moore se entregue a un personaje que parece cortado por la modista que la vistió en El fin del romance, aunque el patrón sea de ama de casa pin-up. Mención aparte merece Dennis Quaid, completamente desubicado, y Patricia Clarkson, en su sempiterno rol de amiga comprensiva, una especie de Agnes Moorehead. Incluso la evocativa BSO, del gran Elmer Bernstein, suena de cartón piedra, como buena parte de esta aclamada cinta. Lo que sí que es de justicia destacar es la admirable labor de ambientación y de iluminación durante todo el metraje. Una labor que, aunque kitsch y arbitraria, por partida doble, supone un auténtico regocijo casi para cualquier clase de espectador. Y por eso, solo por eso, ya merece un visionado



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