Tras el éxito de Naves misteriosas, Star Wars, Alien, el 8º
pasajero y otros films de ciencia
ficción, Stanley Donen recibió el encargo de rodar una historia ambientada en
un laboratorio experimental en una luna de Saturno, donde se intenta producir “cultivos
hidropónicos” para socorrer el hambre de la Tierra. ¿Ein? El argumento,
rocambolesco y absurdo, se centra en los intentos, un poco inexplicables, que
lleva a cabo un despiadado capitán que pretende poner en marcha un robot que (tampoco
se sabe muy bien por qué, salvo porque su creador, por “infiltración cerebral”,
es un asesino) decidirá atacar a los dos científicos (amantes, para más señas) que
viven en la estación saturniana (Kirk Douglas y Farrah Fawcett). Donen firma
una película que tiene dinero, que tiene ciertos aciertos y algunos buenos
diseños pero que deja en el espectador una sensación de “WTF?”, ya que varias
escenas, varios diálogos y varios giros de guión son de lo más chorralaires. De
hecho, el diseño del robot asesino, una especie de Terminator inteligente e “indestructible”, produce un poco de
sonrojo debido a su diminuta cabeza (en algunos planos, además, recuerda un
poco el rostro de “jigsaw”). Los 3 actores protagonistas, para terminar,
tampoco es que brillen especialmente en esta decepcionante entrega de cutre ficción made in England. Tres curiosidades finales: el guionista fue, nada
menos, que Martin Amis. Una idea que aparece en la cinta podría ser el
antecedente directo de una de las más interesantes proezas visuales de Ghost in the Shell y, por extensión, de Matrix. ¡Ahh, por cierto!: a papa Douglas se le ve el culete.
Lo de Martin Amis me ha hecho mucha gracia. Voy a ver Ghost in the Shell, si dices que está bien. Gracias!
ResponderEliminarQuerido Anónimo: muchas gracias por tu comentario! Y sí, lo de Amis es toda una sorpresa. Por cierto, Ghost in the Shell, y sus continuaciones, es una auténtica maravilla de la sci-fi. Gracias a tí, de verdad.
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