miércoles, 6 de julio de 2016

La torre de los ambiciosos (Aka Executive Suite)

3.5*

De igual forma que Alexander McKendrick expuso con crudeza la forma en la que los medios de comunicación representan el 4º poder en las sociedades que se desarrollaron tras la 2ª G.M., Robert Wise lanza un punch a todos esos idealistas ignorantes que consideran que la razón de ser de una empresa no es el simple y puro beneficio económico. Con una dirección milimétrica, cuidada hasta el detalle y no exenta de ciertas audacias en la planificación, y con un puñado de asombrosas interpretaciones (William Holden, Shelley Winters, Barbara Stanwick, Fredric March, Louis Calhern), Wise destripa con sofisticación y crudeza ese “capitalismo americano” del que habló J.K. Galbraith, así como las pugnas de poder en los más altos órganos de dirección. La trama se centra en el momento en que una gran compañía de base familiar, casi unipersonal, se queda sin su cabeza decisora y todos los ejecutivos y asesores se lanzan en picado para conseguir hacerse con el poder. La voz en off del comienzo así lo avisa al espectador: los que tienen en sus manos los más grandes negocios también están condicionados por las tentaciones que padecen las personas normales. ¡Faltaría más! La película retrata ese mundo de grandes decisiones empresariales, esas que el público no cree que pueden influir a cientos, a miles de familias de trabajadores y de clases medias (esas clases que Galbraith considero las víctimas de “la sociedad opulenta”). Y sí que afectan. Y mucho. Como así resalta el excelso guión de Lehman (el mismo artífice de Chantaje en Broadway). Un guión que, final y lastimosamente, acaba deslizándose hacia la más burda “ciencia ficción”. Pero eso no desmerece el enorme esfuerzo por desvelar las razones egoístas y cainitas que están detrás de eso que hemos llamado “el capitalismo”, que lo único que significa es, en realidad, “capital”. Pero no para ti ni para mi. 

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