1982 fue un año complicado para
el slasher: ya habían aflorado
algunas de las mejores muestras del género y, además, en Canadá (de donde es
este film) también se estaban
produciendo cintas admirables (como Cumpleaños
mortal, San Valentín sangriento o
7 mujeres atrapadas). Por eso, el slasher debía dar un giro. O volver a
los orígenes. Paul Lynch, que con Prom
Night ya había aportado su granazo de arena al desarrollo del género,
agarra una historia con ciertas resonancias pasadas: tras un prólogo histórico
en el que aparece una extraña violación, la historias comienza como un viaje en
barco por parte de un grupo de amigos, los cuales llegan a una isla en la que
parece que van a ser masacrados, uno a uno, por un misterioso ser deforme. El
origen, en este caso, sería la influencia de La matanza de Texas, una influencia que se palpa tanto en los
decorados como en las atmósferas, tanto en la figura del asesino malformado
como en la música. La película tiene su encanto, algunas escenas más gore de las que se pudieron ver en su
momento y algunos buenos planos pero, en conjunto, solo embelesará a los
incondicionales del género. Y ello pese a la buena labor de dirección, un buen
par de solventes interpretaciones y el patético y entrañable final.
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