lunes, 31 de octubre de 2016

Ciudad quemada (Aka La ciutat cremada)

3.5*
 
A través de una familia burguesa de productores de cava, los Palau, Antonio Ribas intenta representar histórica y épicamente un momento especialmente convulso y conflictivo de la historia catalana: el momento que media entre el final del siglo XIX (con las pérdidas coloniales) y comienzos del XX (con la Semana Trágica). Es decir, el momento histórico en el que se gesta el catalanismo moderno, como ha señalado Antoni Rigol. Siguiendo la estela de obras como Novecento, de Bernardo Bertolucci, o La tierra de la gran promesa, de Andrzej Wajda , Ribas compone un amplísimo retablo histórico en el que intenta introducir las vidas, costumbres y pensamientos de los obreros, de los agricultores y del resto de trabajadores así como lo propio de las clases altas, propietarias y burguesas, todo ello en un marco político de luchas entre los intereses capitalistas y de clase de la burguesía y de la aristocracia y los incipientes movimientos sindicales, radicales y anti-clericales, con las campañas de Alejandro Lerroux a la cabeza. Y, para más INRI, intentando completar el retrato añadiendo todo la cuestión nacionalista (el “problema catalán”), republicana y anti-monárquica. Sorteando un rodaje repleto de problemas y contratiempos, y financiada mediante las aportaciones de unos 102 (o 132, según las fuentes) inversores, la obra tuvo una enorme acogida en la Cataluña de su estreno, llegando a ganar distintos premios cinematográficos, como en Montreal o el del Filme Ibérico y Latinoamericano. 

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