miércoles, 7 de octubre de 2015

Campanadas a medianoche (Aka Chimes at Midnight)

4*

Harold Bloom considera que Hamlet y Falstaff son más grandes que la vida. Que están más vivos que muchos de nosotros. Bloom siempre ha considerado a Falstaff “el dios mortal de sus imaginaciones”, un rebelde que se niega a reconocer las instituciones sociales y que vive en los márgenes del lenguaje. Orson Welles, 20 años antes de esta sabia apreciación, se atrevió a volver a España para rodar su personal adaptación de algunas crónicas de la historia medieval de Inglaterra, siguiendo al Bardo de Stratford pero también a Geoffrey de Monmouth y a Ralph Holinshed. Emiliano Piedra, un joven productor, puso el dinero mientras que el propio Welles fue el encargado de reunir a un plantel de excelsos actores que no hubieran desentonado en el talentoso y avispado mundo del The Globe original (John Gielgud, Ralph Richardson, Fernando Rey, Margaret Rutherford, Jeanne Moreau, Keith Baxter, Walter Chiari, Norman Rodway y el propio Welles, que ofrece una composición magistral del sablista y asustadizo Sir Fat Jack). Chimes at Midnight, en su título original, brinda una historia hecha de retazos, de pequeñas capturas de pantalla en movimiento, lo que la transforma en una primeriza pieza postmoderna. Y dicha historia avanza, visualmente, con la gracilidad de un Eisenstein; narrativamente, con la genialidad de quien se atrevió, ya desde muy joven, a fusionar 4 textos míticos de Shakespeare; filosóficamente, con la profundidad y la nostalgia de quien ha tenido y le han quitado; y, finalmente, desde el punto de vista humano, con esa riqueza y perspicacia propia de dos genios, el de los King’s Men y el del Mercury Theatre. Atención a esa maravilla cinematográfica que es la escena de la batalla, rodada con cuatro cuartos pero de una fuerza expresiva apabullante, solo al alcance de unos pocos cineastas. Una obra imperecedera, llena de vigor y sabiduría, de lo mejor que ha rodado nunca el autor de Sed de mal y Fraude.

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