miércoles, 14 de octubre de 2015

El asesino de muñecas

2.5*

Uno de esos films oscuros y malditos que salpican la filmografía española y que es el producto de una forma artesanal e irrepetible de hacer cine, en un contexto en el que la industria se estaba reestructurando, de ahí la proliferación de coproducciones. Por otro lado, es un producto hijo de la irredenta década de los setenta, patria y madre de todo tipo de experimentos fílmicos, en este caso siguiendo, en cierta medida, la veta abierta por el gran Mario Bava (en especial, de su Un hacha para la luna de miel). Sobre el papel, una simple historia de un asesino perturbado. En la pantalla, una absorbente historia de múltiples resonancias sobre los desmanes de un coleccionistaa (un ex estudiante de medicina que se encapricha de una adolescente), con una sugerente ambientación y unas correctas interpretaciones (en particular, la de su protagonista, un David Rocha exultante, recuperado para la causa por esos expertos apasionados de Exhumed Movies y Miskatonic Videos). La puesta en escena no escatima en aciertos de todo tipo, como las escenas frente al espejo, la del árbol sangrante o las de las propias muñecas que dan nombre al título. En su contra, todo hay que decirlo, hay que mencionar cierta torpeza en la planificación y en el rodaje de varias escenas, un score que no deja un solo segundo al silencio y a la sugerencia y, para terminar, continuos y gratuitos movimientos de cámara, zooms y demás recursos típicos de la época, por no hablar de ese videoclip insertado en medio de la película o de esa camiseta de cuello vuelto con logotipo de playboy. Lo curioso del asunto es que la producción parece adelantarse a obras como Tourist Trap o Maniquí (aunque, a la vez, puede hacer recordar en el espectador una de las historias de Al morir la noche).

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