4 ladrones atracan un pequeño banco de Nuevo México, en Tres cruces, sin saber que se están llevando ¾ partes
de un millón de dólares de la mafia. El cabecilla de los delincuentes, Charley
Varrick (Walter Matthau), es un hombre decidido y cínico que comprende la
situación con rapidez. En su mente, solo cabe escapar de la policita, de un
matón (Joe Don Baker), que han enviado los propietarios del botín y devolver el
dinero robado. Pero no todo saldrá como se espera. Uno de esos thrillers indómitos, propios de la
irredenta década de los setenta, producida por la Universal y dirigida con la
solvencia característica por un Donald Siegel en estado de gracia (quien, por
cierto, se marca un pequeño cameo). Con una puesta en escena templada y
precisa, Siegel desarrolla la trama y crea el suspense, destacando en la
factura de interiores así como en las escenas de acción, marca de la casa, por
supuesto. Los actores cumplen a la perfección con su trabajo (aunque, vista
hoy, se percibe un tanto extraño la naturaleza de playboy de Matthau) y el excelente
soundtrack (de Lalo Schifrin) muestra,
curiosamente, algún que otro corte que recuerda a los pianos/bajos de Acorralado. Aunque fue muy bien recibida
por la crítica del momento, la taquilla no le dió el respaldo que merecía, ni
siquiera teniendo en cuenta el éxito de la novela original o la excelente e
hiper-violenta escena de inicio.
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