¿Hay alguna película reciente
para youtubers, influencers, fashion victims,
bloggers de moda y demás ralea frívola
y trivial? Pues sí, hay muchas. Y casi todas son una mierda. Por eso, es interesante
toparse con esta obra de Brian de Palma, un director que tiene algunos de los
mejores ejercicios de estilo del cine de género reciente (como Hermanas o Vestida para matar) e, incluso, alguna obra maestra (como Atrapado por su pasado) pero que lleva
un par de décadas de capa caída (salvo algún que otro blockbuster light de encargo, como La dalia negra). El regreso al cine de de Palma es una recreación
de la película de Alain Corneau, con Ludivine Sagnier y Kristin Scott Thomas.
Estamos ante un film con un sentido
estético realmente lustrado (inconfundible obcecación del cine del siglo XXI) y
con una galería maravillosamente rica de recursos cinematográficos (incluyendo
el típico plano del director así como la división de pantalla). De Palma domina
el lenguaje fílmico, de eso no hay duda. Las interpretaciones son maravillosas,
hay muchos vestidos, cochazos, zapatitos, muebles de interior, gadgets tecnológicos, peinados y todas
esas cosas que engatusan al superficial, como ese inconfundible ambiente de
oficina, estúpido y tramoyista, de las últimas décadas. Pero también hay mala
leche, ambición y mucha passion desbocada
y descontrolada, todas esas cosas que hacen ronronear al más adúltero de los
espectadores. ¡De hecho, los personajes son tan torvos y retorcidos que hasta
fuman! Para terminar de redondear este thriller
erótico-giallesco, Pino Donaggio entrega una partitura y de Palma añade cositas
semánticamente similares, como el ballet del Preludio de la siesta de un Fauno. No es ni mala ni buena. Si no
una variación.
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