En pleno estertor de la Guerra Fría y en plena decadencia de
las películas realizadas a su sombra, el jamesbondiano
Peter R. Hunt rueda la enésima historia sobre un grupo de mercenarios que debe
viajar a Berlín en misión suicida. En este caso, deben rescatar nada menos que a
Rudolf Hess de su presidio en la cárcel de Spandau. Scott Glenn intenta no
parecer demasiado ridículo al frente de la misión, junto con un nutrido grupo
de grandes actores en horas bajas (como Edward Fox, Laurence Olivier o Robert
Freitag). Ni siquiera la presencia de la sensual Bárbara Carrera añade mayor interés
a la historia. Discordancias en el desarrollo de la acción y en el montaje,
superficialidad en el planteamiento e ironía final para una película que puede
ser leída como el síntoma de un cansancio generalizado sobre los conflictos
morales del pasado, es decir, justo esa parte de la victoria que les
queda por asegurarse a los vencedores.
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