martes, 17 de abril de 2012

Nosferatu, vampiro de la noche

3*

El director alemán Werner Herzog, tras el éxito conseguido con parte de su heterodoxa obra anterior (especialmente Woyzeck y Aguirre, la cólera de Dios), llevó a la pantalla Drácula, la novela epistolar de Bram Stoker, sobre la base de la adaptación cinematográfica de F.W. Murnau, de 1922. Con un estilo lánguido, de un infértil esteticismo, Herzog compone una historia fría con escasos momentos terroríficos y muy abundantes puntos muertos, subrayados por un guión torpe, una errónea iluminación (propia de su forzado expresionismo), un maquillaje excesivo y un diseño de producción naturalista que alterna entre la ostentación y la mugre, poco apropiado para una historia que se crece con esa oscuridad escarlata y ese erotismo malsano que le imprimió Terence Fisher. Sin embargo, Klaus Kinski impresiona con su caracterización vampírica, si bien Bruno Ganz e Isabelle Adjani decepcionan con sus respectivos personajes. El trabajo de Popol Vuh en la BSO, termina por desbordar el vaso de la rareza en que se convirtió esta película, que quería ser muda pero no supo jugar bien sus potenciales cartas visuales. No obstante lo dicho, la película (llena de múltiples aciertos que logran ir manteniendo la atención del espectador), puede ser vista como un limpio homenaje al terror gótico, al contrario que el aspaviento mainstream que rodaría Coppola años más tarde.

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