jueves, 24 de enero de 2013

Barry Lyndon

4*

Adaptar la novela picaresca de Tackeray, Memorias de Barry Lyndon, Esquire, parecía una arriesgada empresa que, finalmente, el director USAmericano Stanley Kubrick acometió con decisión y bastante acierto, si bien con una cierta simplificación (especialmente del personaje protagonista, que en la novela era reaccionario y cínico) y bastante distancia emocional. Durante varios años, Kubrick fue desarrollando un guión, que tardaría en rodar y en montar aproximadamente dos años. La historia, similar a un proyecto que quiso rodar sobre Napoleón (a quién el director admiraba por su racionalidad y perfeccionismo), permitía una narración prolija en aventuras y situaciones así como en vestuario y localizaciones (ya que los decorados estuvieron prohibidos en toda la película). De hecho, la dirección artística es una de las maravillas del film, como en Los duelistas, película con la que guarda bastantes similitudes. Sin embargo, hay que constatar que sin las partituras de Rosenman algunas de las escenas no hubieran funcionado correctamente porque resultan excesivamente frías. Por otro lado, la dirección abusa de un recurso cinematográfico, repetido varias veces, para bidimensionalizar el espacio: una estampa enfocada en un plano medio que, con un zoom inverso (para atrás), se abre a un plano general o, incluso, a una panorámica (como ya había hecho en La naranja mecánica). De este hecho proviene el carácter pictórico de buena parte de la película. Al contrario de lo que se suele afirmar, además de lentes especialmente diseñadas para captar la iluminación de las velas, John Alcott contó también con iluminación artificial para las escenas nocturnas y de interior, renunciando a varias capas de profundidad en el campo visual




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