Estupendo Western
del gran Fred Zinnemann sobre una historia que ha sido imitada hasta la
saciedad, desde Clint Eastwood hasta Sergio Leone, y que funciona también como
una sutil alegoría de la caza de brujas alentada por el senador McCarthy. De
hecho, el guionista fue un uncooperative
witness, el ex miembro del Partido Comunista de los EE.UU., Carl Foreman. Entre
las características más importantes del film,
hay que destacar su concrección narrativa, la profundidad psicológica de varios
personajes, el excelente uso de unos diálogos prudentemente escritos y, sobre
todo, un conseguidísimo dominio del pulso narrativo y del tiempo, debido a la
precisa labor del montaje. La película se desarrolla en tiempo real y causa la
sensación de que la espera del tren en el que va a llegar al pueblo el enemigo
de Gary Cooper dura exactamente lo mismo que la propia película. Hay un par de
escenas que también han inspirado a muchas cintas del género. Por ejemplo, la
de los tres esbirros del villano esperando en la estación. Sin ir más lejos, en
el comienzo de Hasta que llegó su hora.
No por causalidad, Jack Elam aparece en ambas obras maestras. Sin embargo, hay
que hacer una crítica que, no por evidente, se ha solido dejar de lado:
¿alquien en su sano juicio puede creer en la puntualidad del servicio de
ferrocarriles de la época? Porque es bastante sospechoso que el tren llegue a
las 12 en punto, justo High Noon. Por
cierto, la película cuenta con una de esas peleas cinematográficas que hacen
historia, como la de Wayne/Clift en Río
Rojo o la de Piper/David en Están
Vivos.
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