viernes, 13 de diciembre de 2013

Carga maldita (Aka Sorcerer)

3.5*

Cuatro hombres perdidos en un pueblo de República Dominicana, donde una empresa USAmericana intenta extraer petróleo, son contratados para transportar nitroglicerina por una carretera de 218 kilometros que atraviesa la selva. El director de El exorcista, tras el éxito conseguido con la adaptación de William Peter Blatty, dirigió esta otra adaptación pero esta vez de la novela de Georges Arnaud El salario del miedo. Y lo hizo con el asesoramiento del director de la mejor de las versiones del texto original: H.G. Clouzot, nada menos. Friedkin cuenta una historia seca, tensa, dura para lo cual se ayuda, basicamente, de las imágenes, con muy poco texto y muy poco diálogo. Por eso, Friedkin presenta la historia a través de una sucesión de escenas y secuencias descarnadas, en un ambiente de pura explotación, de pura supervivencia. Friedkin filma una radiografía de la avaricia humana que está excelentemente rodada y montada aunque, sin embargo, fue amputada en varias partes por la productora y tanto la historia como los personajes se quedan cojos en algunas de las versiones estrenadas (no en la autorizada por el director, obviamente). Por cierto, el film se pasó de presupuesto y su estreno comercial supuso un fiasco para el estudio, como lo sería también La puerta del cielo, de Michael Cimino. Lo curioso de esta película, aparte de su fuerza visual y de su contundencia dramática, es su particularismo y, por contraste, su naturaleza metafórica, abstracta. En este sentido, la BSO de Tangerine Dream, electrónica, minimalista, ayuda a universalizar la trama de la historia. Por todo ello, Carga maldita (su título en castellano) puede verse como una alegoría de la forma de vida Occidental. Por cierto, los actores resultan excelentes, tanto en la contención gestual y corporal como en el uso de los distintos idiomas. Mención aparte merece Paco Rabal, por cierto (como el trabajo de Fernando Rey en French Connection). Además, dos o tres escenas son realmente impresionantes, como la del puente colgante, por ejemplo. No es de extrañar que sea una de las películas favoritas de Quentin Tarantino, además de ser la creación favorita del propio Friedkin. Lo que sí es extraño es su similitud con la olvidada The Big Gamble, de Richard Fleischer.

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