Interesante pero fallida adaptación de la novela inconclusa de
Francis Scott Fiztgerald, The Last Tycoon,
una novela que, curiosamente, fue editada póstumamente por el compañero de
Fitzgerald en Princeton, el gran crítico literario Edmund Wilson. La historia trata
sobre otro de esos amores imposibles que obsesionaron al esctritor de Minnesota
(como El gran Gatsby o Suave es la noche). Por su parte, el
guión gira en torno a la vida de un exitoso productor de cine judío, Monroe
Star (Robert de Niro), que trabaja para el sistema hollywoodiense de la época
dorada (es decir, para el famoso Star
System), en medio de la Gran Depresión (al parecer, el personaje
protagonista está basado en el productor de la MGM, Irving Thalberg). Elia
Kazan, en este su último trabajo tras la cámara, acierta al reforzar un firme
aire historicista y nostálgico pero se extravía al dejarse llevar por una
cadencia perezosa y asincopada respecto del desarrollo de la historia. Los
personajes y los diálogos, por su parte, no parecen salidos de la pluma del
guionista, un desubicado Harold Pinter. Completan el reparto un auténtico abanico de magníficos actores: Robert Mitchum, Jean Moreau, Tony Curtis, Ray
Milland, Dana Andrews, Donald Plesance, Jack Nicholson, John Carradine, Peter
Strauss, Theresa Russell, Seymour Cassell y Anjelica Houston. Y una principiante
Ingrid Boulting, una actriz no especialmente acertada ni sensual. Kazan se apoyó en un
equipo de profesionales técnico-artísticos principiantes, como Victor Kemper o
Richard Marks, y experimentados, como Jack T.Collins o Maurice Jarre, todos
ellos orquestados, irónicamente, por el propio productor Sam Spiegel.
Curiosamente, fue estrenada unos pocos años después que La noche americana y unos pocos años antes que Entrevista, con las que mantiene puntos de contacto cinéfilos y metaficcionales.
Por cierto, hay algún plano, alguna secuencia, que parece obra más bien del
propio Scorsese.
No hay comentarios:
Publicar un comentario