Ned Merrill, un
maduro ejecutivo de publicidad (Burt Lancaster), aparece un domingo de verano
en la piscina de uno de sus amigos. Desde ese mismo momento, decide regresar a
su casa nadando en todas y en cada una de las piscinas del hermoso valle
residencial de Connecticut donde vive. Por el camino, irá entablando
conversaciones con diversos conocidos, especialmente mujeres, a través de las cuales
se le irá revelando un terrible secreto que, por sufrir de amnesia, no puede vislumbrar.
La película funciona magníficamente como una poderosa metáfora del hundimiento
moral de un hombre, en el nivel personal, y como una sutil alegoría de la vacuidad
e indolencia de las clases pudientes USAmericanas, en el nivel colectivo, con
tanta sofisticación, profundidad de análisis y dobles sentidos como el cuento
de John Cheever en el que se inspira. Si bien el film peca en alguna ocasión de ingenuidad, el conciso pero firme
guión, la entregada interpretación de Lancaster (como Rock Hudson, un actor a
reivindicar), la etérea, evocadora y nostálgica fotografía del desconocido
David Quaid y la elegante dirección de Frank Perry (patente en El verano pasado y Diario de una esposa desesperada), convierten a esta historia en
una experiencia cautivadora. A raíz de los problemas con la productora, Perry
fue despedido y Sydney Pollack tuvo que rodar varias escenas (como la de la
conversación de Lancaster con su antigua amante).
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