jueves, 13 de septiembre de 2012

Viaje alucinante al fondo de la mente

3*

Con la ayuda de un tanque de aislamiento (popularizados por John Lilly), el faústico doctor Eddie Jessup (un guapísimo William Hurt, en su debut cinematográfico) pretende inducir el tipo de trance que necesita para sus investigaciones sobre los estados alterados de conciencia. Aunque, en realidad, su interés principal es la búsqueda del yo original y verdadero, algo que cree tangible y que puede estar conectado con la memoria de la especie (de la que hablara Freud). Para ello, el doctor se apoyará en el consumo de una droga alucinógena que excita la memoria y que es utilizada por tribus indias mexicanas, todo ello en la línea de Carlos Castaneda. Ken Russell da rienda suelta a sus obsesiones sexuales y religiosas en esta desmedida  y un tanto presuntuosa historia sobre regresiones genéticas (lo que parece un remake de The Neanderthal Man), donde las alucinaciones tienen un extraño poder de seducción porque están muy bien rodadas, así como solventes son los efectos visuales y los FX. Sin embargo, tras unos fascinantes 50 primeros minutos, la historia deja paso a una cacería bastante insípida que se desarrolla hasta producirse un clímax final bastante convencional. Alguna escena, por lo demás, influiría en Un hombre lobo americano en Londres. Hay que saber que el guionista, Paddy Chayefsky, rechazó el resultado y que, por temática, es una película que podría haber rodado Andrei Tarkovsky, según revela el propio Russell en su autobiografía. 

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