martes, 12 de marzo de 2013

Caos calmo

3.5*

Pietro Paladini (Nanni Moretti) es un ejecutivo romano de mediana edad que pierde a su mujer en el mismo momento en que esta ayudando a su hermano a salvar la vida de dos mujeres que están a punto de ahogarse. A partir del entierro, decide acompañar a su hija al colegio y se queda a pasar el día a las puertas del mismo, un tanto culpable, un tanto descolocado. Esta situación se funde con el proceso de fusión por la que está pasando la gran empresa en la que trabaja Pietro. En todo caso, un día tras otro, Pietro pasa el día trabajando desde los alrededores del colegio de la pequeña Claudia, dando pie a situaciones tiernas y surrealistas así como a los más diversos encuentros y desencuentros. Estupenda, emocionante y sorprendente película italiana, dirigida por Antonello Grimaldi sobre la novela de Sandro Veronesi (más pesimista) y con dos auténticas vetas de oro puro: una dramática y otra cómica. Pero ambas convenientemente contenidas y diligentemente mixturadas. Además, el juego constante con las elipsis y los sentidos supuestos así como con un montaje juguetón consiguen memorables pasajes. En particular, se deberían destacar dos escenas: la de Moretti llorando, amargado por la pérdida de su esposa, con absoluta credibilidad y sin recurrir a esa dramatización, ya gastada, al estilo “grito ahogado” de Al Pacino en El Padrino III; y la de sexo, con Eleanora Cimontini (Isabella Ferreri), radiografía de la petite mort. Dos curiosidades: Roman Polanski interpreta un papel que le vendría al pelo (tiene un cameo como el capitalista que está espolenado la fusión) y una secuencia que lleva la apropiada BSO de Radiohead, “Pyramid Song”. Por cierto, hay una escena muy significativa, que resume muy bien el espíritu del film y que consigue que el espectador se sienta feliz al escuchar el encendido eléctrico de un BMW. Tamaña proeza emocional solo se consigue con un guión muy bien trabajado, unos actores soberbios y una puesta en escena que se hace casi invisible (sin llegar a serlo, por cierto), de su franca naturalidad.

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