lunes, 25 de marzo de 2013

Keoma

2.5*

Sucia, embarrada y arbitraria reactualización de varios clásicos del Spaghetti, especialmente de Por un puñado de dólares y, sobre todo, de Django, con el típico rambling man interpretado por Franco Nero aunque, esta vez, con más energía y vello que nunca. Enzo G. Castellari, dándose cuenta de que no se podía estirar más el Euro Western (hablamos de 1976), apostó por lo que Carlos Aguilar ha llamado la brutalización del género, añadiéndole un malsano nihilismo. Y, al mismo tiempo, apuesta por el sinsentido narrativo, de un argumento plagiado hasta la saciedad, pero que, en este caso, se mueve entre flashbacks y recuerdos alucinados. Sin embargo, aún habriamos de contar con otros epílogos de parecida ralea, como Mannaja (El valle de la muerte), de Sergio Martino. En el terreno cinematográfico, junto a constantes homenajes al estilo de Peckinpah, Castellari ofrece varios sofisticados pero gratuitos movimientos de cámara (como ese travelling interminable alrededor de una conversación), inusitados encuadres y un montaje abrupto. Y aquí está una de las pocas virtudes del film: la creatividad visual, patente en 2 o 3 escenas que sorprenden por su imaginativa bizarría (el ejemplo sería la escena en la que se identifican 4 balas con 4 dedos y éstos con 4 víctimas). La BSO, de los hermanos De Angelis, acierta en la letra pero no en el tono, ofreciendo una partitura que aunque no tropiece con la imagen, sí acaba rechinando por sus constantes efectos turbadores, como en el cuarto final, con los gritos de un parto de fondo. Por cierto, de tan bien que salió la jugada, el subgénero tuvo que ser enterrado.



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