martes, 7 de mayo de 2013

The Plague Dogs

3.5*

Segunda película de su director (Martin Rosen), The Plague Dogs es una emocionante historia de animación, acerca de dos perros (Rowf y Snitter) que se escapan de un laboratorio de experimentación, donde sufren todo tipo de penalidades, e intentan rehacer sus vidas como animales salvajes. Para ello, tienen la suerte de conocer a un zorro que les enseña a cazar y a sobrevivir a la presencia humana aunque un conjunto de infortunios pondrán a la gente en su contra y tras sus pasos, lo que les obligará a estar continuamente huyendo. La animación es relativamente pobre y repetitiva, comparándola con la que estaba elaborando la factoría Disney o el estudio Ghibli en la misma época (que sí utilizaban rotoscopios y ordenadores), su estética es relativamente feista y no se hace un adecuado uso del color. Sin embargo, su profundidad emocial y su inteligente guión, que desarrolla la acción con múltiples elipsis y conversaciones en off, distancia este film del cartoon infantil (e infantiloide) de algunas producciones de la época (hablamos de 1982, año del estreno de El último unicornio, por ejemplo). Aunque es verdad que Disney llevaba varios años sin estrenar un film de animación (salvo Tod y Toby, de 1981) y volvería al formato con el Cuento de Navidad de Mickey (sic). En todo caso, del mismo año hay que destacar Los amos del tiempo, de René Laloux y Moebius. Por otro lado, a los personajes les ponen su voz actores de la talla de John Hurt, Christopher Benjamin, Nigel Hawthorne, Patrick Stewart o Judy Geeson. Por último, la película tiene un final realmente emotivo y conmovedor. Un final que se acaba revelando como una cruda metáfora de la explotación descontrolada y cruel a la que estamos sometiendo al resto de animales sobre la faz de la tierra, ya sea en la industria alimentaria o en el espectáculo, ya sea en la producción de ropa o en la experimentación científica. Una de esas historias necesarias que, por desgracia, no abundan en las pantallas porque se tiene la érronea concepción (por ingenua) de que el cine solo debe servir para entretener (lo que quiere decir, distraer) de la vida normal, de sus sombras y padecimientos diarios, a los que volvemos mansamente y sin rechistar después de soñar, durante 90 o 120 minutos, con mundos mejores. Como un perro que se cansa de roer su hueso.

4 comentarios:

  1. muy tierna pero muy triste a la vez. es curioso porque no es una historia fuera de lo común ni la animación es algo especial, sin embargo me ha conmovido. un abrazo

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  2. Totalmente de acuerdo, Anónimo! Muchas gracias por el comentario y otro abrazo. A Zineface también le conmovió.

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  3. He buscado si tienes algo de René Laloux y he visto aquí una mención. Acabo de ver Gandahar y me ha gustado mucho. A ver cuando escribes una pastilla. Un abrazo

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  4. Estimado Anónimo: Laloux es uno de los grandes desconocidos de la animación. Por suerte, Zineface tiene elaboradas un par de PastillasCríticas que irá subiendo al blog en próximas ocasiones. Muchas gracias por tu comentario y por tu recordatorio, de verdad.

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