viernes, 13 de noviembre de 2015

Ocho apellidos vascos

2.5*

Dos “jóvenos” se conocen en Sevilla, se medio enrollan y luego se separan. Ella (Clara Lago), una vasca de pura cepa, casi kaleborrokera, con el típico humor chirimiri del norte. Él (Dani Rovira), el archiconocido señorito andaluz, chispeante, engominao y zalamero. Pero, joder, es que ella se ha dejado el bolso en Triana. Y él se ha enamorado. Con lo cual, el señorito subirá al ficticio Argoitia a matar dos pájaros de un tiro. Pero se encontrará con una posible boda y con un vascazo de la talla de Karra Elejalde. Sobre esta disparatada historia, los guionistas (Borja Cobeaga y Diego San José) y el director (Emilio Martínez-Lázaro) plantan cara a la crisis mundial con una comedia simpática y de buen corazón. El film no es gran cosa desde el punto de vista cinematográfico pero hace pasar un buen rato y, como ha dicho Félix Linares, es, de hecho, una película “benefactora” para el espectador. Bueno, para los más de 10.000.000 de concurrentes que la han visto en los cines españoles. La factura es un tanto televisiva y la música es más gris que pasar el puerto de Pancorbo. El desarrollo de la trama es un tanto arrítmica y con algunos diálogos montados como a cámara lenta, lo cual, para ser una comedia, es bastante contraproducente. Hay algunos fallos más de este tipo. Pero el guión está escrito con cariño y muchos chascarrilllos, muchos gags y muchas escenas son genuinamente cómicos, respetan el tópico, se ríen de él y lo subvierten para satirizar a una sociedad desde el respeto y la empatía. Además, hostia, hay una historia de amor y eso, para convertir una producción española en un blockbuster, es un sine qua non. Estamos ante la canción del verano euskalduna, la única película española que ha creado packs vacacionales, el hit más bestia que ha tenido el cine español, probablemente, en toda su historia (junto con Los otros y Lo imposible).

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