lunes, 21 de diciembre de 2015

Cosmópolis

2*

Kenneth Rexroth escribió que “la civilización occidental dejó de existir después de la Segunda Guerra Mundial. Vivimos en un cadáver que se agita como una rana muerta en un cable con corriente”. Bueno, puede ser una rana o una rata, que es el símbolo de la decrepitud que manejan Don DeLillo y David Cronenberg en esta nueva incursión del director canadiense en su particular análisis de las bases del discurso de la postmodernidad milenarista, tras su particular digresión sobre Freud y el inconsciente. Usando una limusina como icono del cibercapitalismo actual, Cronenberg toca fondo con una película petulante y pretenciosa, con ciertos destellos de auténtica originalidad cronenbergiana (bien es verdad) pero aburrida y superficial a más no poder. La historia es muy sencilla: con el Apocalipsis de fondo, estamos ante una narración digresiva en la que un broker multimillonario recorre una ciudad newyorkizada para cortarse el pelo. Sobre tamaña chorrada se levante el film. No por casualidad, el actor elegido no es otro que el mortecino y, ya de por sí vampírico, Robert Pattinson. ¿De verdad se pretende que el espectador empatize con un tipo tan desagradable y mezquino cono el protagonista de esta película? ¿O con sus ridículas y contradictorias reflexiones? En fin… Desaconsejable para todas aquellas personas que no se dejan engatusar por palabras vacías, pseudo conocimiento y lenguaje gallinejero. Desaconsejable para los lectores de Hugo von Hofmannsthal y su Carta a Lord Chandos. Desaconsejable para todos aquellos que se esfuerzan por aprender. Para quitarse el mal sabor de boca, el espectador puede disfrutar de la mucho más compacta Last Night (La última noche).

No hay comentarios:

Publicar un comentario