viernes, 30 de diciembre de 2016

Interludio de amor (Aka Interlude)

3*

La joven Helen (June Allyson), de Philadelphia, recala en Munich para trabajar en la Casa de América. Durante su estancia en la capital Bávara, Helen se encontrará con un novio de esos que la familia te hecha desde jovencita (y que tú consideras tu amigo) pero, también, conocerá a un impulsivo y exitoso director de orquesta, Tonio Fischer (Rossano Brazzi). Durante breves y románticas escapadas, Helen se enamorará del músico, y viceversa, sin saber que su amor es, digamos, como el “do de pecho”: solo al alcance de muy pocos. Como si de una sinfonía se tratara, Sirk vuelve a su país de origen para rodar uno más de sus excelentes y eternos melodramas, con puntos de contacto con Rapsodia, de Charles Vidor. A lo largo de varios movimientos musicales, la narración va siguiendo, acompañando, subrayando los distintos vaivenes del amor, hasta la coda final, en la que se recupera el tema inicial, el motivo “musical” con el que comenzaba la obra. Un final en clave mayor, por tanto, que hace sentirse en casa a los protagonistas y, con ellos, también al espectador. Sirk rueda, así, una especie de guía de viajes para la secretaria o para el ama de casa USAmericana de los cincuenta, para que no se deje deslumbrar por la pasión y por el arte de la Vieja Europa y para que no olvide que “su hogar, su verdadero hogar”, está allá donde atracó el Mayflower. Hermosa fotografía, fascinante composición de planos y diseño de secuencias, pulido vestuario, sofisticada producción y bella música: en fin, lo de siempre en la filmografía del gran, y no suficientemente valorado, Douglas Sirk. Por cierto, en 1968, Kein Billington rodaría un remake de lo más estimable y disfrutable y con una BSO, de Georges Delerue, ciertamente emotiva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario