Uno de los clásicos de la época dorada de The Walt Disney Company, dirigido por el
autor de varios éxitos de la productora, Clyde Geronimi, con la colaboración de
dos pesos pesados de la compañía, Hamilton Luske y Wilfred Jackson. Si en todas
las historias de la Disney aparece la típica concepción conservadora de la
vida, propia del fundador de la compañía (llegando al estereotipo femenino y al
machismo de Blancanieves y los siete
enanitos y La bella durmiente o a
la glorificación de la ética protestante del trabajo en Tiempo de melodía), en esta narración es relativamente difícil (aunque
no imposible) encontrar una cierta visión conformista de la realidad detrás de
la fachada subversiva y surrealista de la trama, respetuosa, eso sí, con el
espítiru de las dos novelas originales de Lewis Carroll (Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo), aunque amputadas en más de una parte. Así, se
quedan fuera múltiples trabalenguas, los poemas nonsense (defendidos por Chesterton), varios personajes y capítulos, los juegos lógicos, las
referencias ajedrecísticas, algunas reflexiones retorcidas sobre la realidad y
los sueños, etc. Además, el argumento de las dos novelas está mezclado y la
trama tiene varios añadidos, cosecha de la casa. En todo caso, el trabajo de
animación es impresionante aunque el diseño de personajes esté inspirado, claramente,
en la obra del ilustrador original, John Tenniel. Por otro lado, la popularidad de
los caracteres (ese sombrerero loco que
recuerda a Bertrand Russell),
la riqueza de los colores (filmados en Technicolor) y los sorprendentes gags visuales
(como el que señala Martin
Gardner sobre la Oruga)
hacen de la película una experiencia inolvidable
(mucho más que la reciente y saturada opera burtoniana), una experiencia que el
ritmo y la música no hacen sino acompañar deliciosamente. Y todo ello en poco
más de 70’. Hay partes, por cierto, que serán recuperadas por el imaginario de
Jim Henson mientras que otras recuerdan a El
mago de Oz.
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