martes, 22 de marzo de 2016

El único superviviente (Aka Lone Survivor)

1.5*

Camaradería de asesinos profesionales (los Navy Seals), entre misiones antiterroristas, conversaciones familiares en mitad de los montes afganos donde viven los Talibanes y mucha, muchísima sangre aguerrida y unas gotitas de “buen rollito” (como la escena de los pastores). Desde el principio al final de esta épica patriotera, tenemos lenguaje militar (“afirmativo”, “negativo”, “Spartan a base, cambio”, “aquí centro táctico”, etc.), tecnología de ultimísima generación, una música minimalista machacona, cámara desenfocada en mano, sangre digital y “un contacto de la hostia con los del otro bando” (sic). Lo más destacable del film es la idea que parece sugerir: que de vez en cuando, incluso a los matones de patio de colegio también les dan una buena patada en el culo. Y, así, como escribió Irene Crespo en Cinemanía, tenemos un título con spoiler. Igual es la única forma de hacer cine bélico que no sea pro-bélico. Ver a 4 Seals saltando a un supuesto precipicio como si fueran los Take That en el escenario ya es para mear y no echar gota. Como la calidad y convicción de los maquillajes. O como la saturación de la pista de sonido. En fin, carne procesada de la buena, recomendable para todos aquellos que han crecido con el cine de acción rancio, musculado y ultraconservador de la Golan-Goblus. O, bien, para quienes desayunan Fast & Furious por la mañana y, de repente, se dan cuenta de que tienen un Seat Ibiza que todavía no han pagado y están en el paro. “Ahh, coño, pues al ejército”. ¿Os acordáis de Southern Comfort? Pues de ese palo. Pero, eso sí, sin la clase, el arte y la malicia de Walter Hill. De hecho, al final salen las fotos de los “héroes” reales, los de la operación Red Wings original. A quienes van dedicada la película (sic).

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